A pesar de ser el primer y único método por el que los seres humanos nacían, desde el inicio de los tiempos, la partería se convirtió en un tabú en la actualidad, al grado de que las parteras hoy en día sufren de discriminación por conservar su forma de concebir el embarazo, el parto y la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
Fotografías: Rodrigo Caballero
Michoacán, México.- Te recibe en la puerta del consultorio con una pequeña sonrisa que hace resaltar sus arrugas, está arropada con un rebozo que cubre sus canas y viste un impecable huanengo, que es la blusa tradicional del pueblo purépecha, en la que tiene bordada la ancestral danza de los viejitos. Ahí termina el mito, porque solo se trata de una escultura de madera que adorna el lugar.
A la partería hay que normalizarla, perderle el miedo y sacarla del imaginario colectivo que la encerró en las comunidades indígenas rodeada de misticismo, para verla como una de las opciones que miles de mujeres eligen para llevar su proceso de embarazo.
“Creo que es la forma más sana de dar a luz, yo me siento muy contenta de haber tenido ese trato y esa experiencia y haber traído a mis hijos de esa manera, es un momento muy intenso, muy significativo, vivir un parto así es muy gratificante y muy bello”, detalló Ireri Campoy García, mamá de dos hijos que nacieron con la ayuda de parteras profesionales.
“Las parteras tienen que lidiar con el prejuicio de que no están capacitadas o que no saben lo que hacen, así como con la invalidez de que no es un hospital y con los ataques de personas que no terminan de entender de qué se trata, cuando la realidad es que la humanidad siempre nació con parteras”, aseguró.
Entre los mitos que rodean la partería existe la noción de que es un servicio exclusivo de mujeres indígenas para otras mujeres indígenas o que se trata de algo que se hace como último recurso cuando no hay hospitales cercanos o las personas no tienen dinero para pagar los servicios médicos.
Existen prejuicios sobre esta práctica, como la visión de mujeres mayores en sitios oscuros, sin cuidados de higiene ni la infraestructura hospitalaria para atender un parto, en donde no hay alternativas si ocurrieran complicaciones durante el nacimiento e, inclusive, que la partera podría complicar la situación por falta de conocimiento.
De acuerdo con Mujeres Aliadas, las parteras se pueden categorizar en tres tipos distintos:
Las parteras tradicionales que pueden venir o no de comunidades indígenas y que adquirieron su conocimiento de generación en generación, generalmente hijas y nietas de otras parteras que las antecedieron.
Las parteras profesionales que tienen formación escolarizada a través de carreras técnicas o licenciaturas, a las que alimentan con conocimiento de las parteras tradicionales de diversos lugares del mundo y, por último, están las parteras autónomas, quienes combinan ambos caminos y se forman entre las aulas y el conocimiento empírico.
Las tres categorías se vuelven difusas en la práctica, ya que existen redes de parteras que han procurado la creación de talleres, cursos y diplomados que mantienen la capacitación de quienes pertenecen a este gremio.

Bomba de tiempo o proceso natural
La doctora Guadalupe Blanco Velazco, directora de la Casa de Salud de Mujeres Aliadas A.C. tiene claro que hay una diferencia esencial entre la partería y la medicina, luego de veintidós años trabajando como partera profesional y debido a su formación como médico en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).
“En medicina el parto se ve como una bomba a punto de explotar, como un problema que se puede complicar en cualquier momento”, aseguró la directora, “mientras que en partería se ve como un proceso natural que forma parte de la salud sexual y reproductiva de la mujer”.
En la partería se ve la salud de la mujer de manera integral y cómo le van afectando los cambios del embarazo de manera física, psicológica y moral; por lo que hay un constante monitoreo de las necesidades de la embarazada, así como de sus dudas, preocupaciones y requerimientos individuales para cada caso.
“Dentro de la medicina, se ve a la mujer como la máquina que expulsa al feto, cuyo papel es únicamente ser el vehículo para que llegue un producto, no forma parte de su propio embarazo y no cuenta con las herramientas para lidiar con el miedo. Si una mujer tiene miedo durante el parto, este se puede prolongar, incluso detener”, aseguró Guadalupe Blanco.
Así fue el caso de Samantha Martínez Saldaña quien se convirtió en partera profesional luego de experimentar un embarazo de alto riesgo y darse cuenta de las deficiencias del sistema hospitalario frente a las necesidades de las mujeres embarazadas.
“Al principio yo iba al IMSS (Instituto Mexicano de Seguridad Social) porque era lo que yo conocía, no había de otra. Y siempre fueron las consultas básicas, que duraban menos de diez minutos, ahí nada más te veían, te tomaban signos y sólo dicen que el bebé va bien. Pero nunca me explicaron nada, nunca me sentí acompañada, como si no fuera parte de mi propio embarazo”, detalló Samantha Martínez.
Su caso no es aislado, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), el IMSS es la institución con mayor porcentaje de violencia obstétrica en México. Entre el 2016 y el 2021, el 39.8 % de las mujeres de entre 15 y 49 años encuestadas dijeron haber sufrido algún tipo de violencia dentro de sus instalaciones.

En contraste, en el mismo periodo de tiempo, solamente el 2.5 % de las mujeres encuestadas por la ENDIREH aseguraron haber sido víctimas de violencia obstétrica cuando fueron atendidas en casa por una partera o curandera.
La violencia obstétrica es cualquier acción u omisión que cause daño físico o psicológico durante el embarazo, parto y posparto. Destacan la negación del acceso a servicios de salud; el trato cruel, inhumano o degradante; el suministro excesivo de medicamentos y la práctica de cesáreas no justificadas. Estas prácticas constituyen violaciones de derechos humanos y pueden derivar en la muerte materna.
Luego de la mala experiencia en el IMSS, una de las empleadas, que también trabaja en la Casa de Salud de Mujeres Aliadas, le dijo a Samantha que parteras profesionales podrían atenderla en esta casa de salud y la invitó a sacar una cita para llevar su proceso de embarazo con ellas.
“Mi parto fue el llamado que tuve para ser partera, para mí fue maravilloso. Yo recuerdo mucho que me decían que dolía mucho el parto y en el hospital lo que no quería era estar solita y no sabía nada del proceso. Entonces toda esa incertidumbre desaparece cuando una partera te explica todo el proceso y además te das cuenta de que hay alternativas”, dijo Samantha Martínez.
A pesar de que su embarazo era considerado riesgoso, porque entonces tenía apenas diecisiete años, Martínez Saldaña pudo realizar su parto en agua en la comodidad de su casa, acompañada por su familia. Con el tiempo se fue involucrando en partería hasta conseguir su certificación a través de la Escuela de Partería de Mujeres Aliadas A.C.

Esta asociación civil está ubicada en el municipio de Erongarícuaro, uno de los cuatro que rodean el Lago de Pátzcuaro, en el centro del estado de Michoacán, a unos 350 kilómetros de la Ciudad de México.
El lugar cuenta con servicios de atención del embarazo, parto, posparto y lactancia, así como su propia escuela de partería con nivel técnico superior universitario, asesoría en menstruación, menopausia, fertilidad, además de detección y tratamiento de infecciones vaginales y enfermedades de transmisión sexual.
A la fecha acumula 313 partos asistidos en casa o en sus instalaciones y más de trece mil quinientas consultas clínicas que se realizan en la institución, donde diariamente se despejan dudas en torno al proceso de embarazo de decenas de mujeres provenientes de todas las regiones de Michoacán, especialmente la Meseta Purépecha, La Cañada de los Once Pueblos y la zona lacustre de Pátzcuaro.
“Yo creo que cada mujer tiene su historia y cada quien debe tener la libertad de elegir. Yo creo que está bien si eligen un hospital o si eligen una partera o si eligen parir en casa, pero que sea una decisión propia e informada, no solo por seguir a otras mujeres al hospital, donde la verdad, te tratan como un número más”, concluyó Samantha Martínez.

Conocimiento ancestral y Plan B
Ireri Campoy no experimentó maltrato en ningún hospital público ni privado, porque desde el primer momento ya sabía que llevaría su embarazo con las parteras de la Casa de Salud de Mujeres Aliadas, de quienes se enteró gracias a las publicaciones de Facebook de una de sus amigas.
“Yo desde un inicio tenía mucha desconfianza de dar a luz en un hospital, conocía cómo era la violencia obstétrica, me enteré de cómo se daban casos así en hospitales públicos y hasta privados, a través de testimonios, de notas periodísticas. Entonces ni lo pensé, de inmediato quise que mi embarazo fuera con parteras”, aseguró.
Campoy se enteró de la existencia de Mujeres Aliadas desde 2013, cuando la asociación apenas tenía tres años de haberse constituido legalmente, aunque el espacio de atención a la salud sexual y reproductiva había sido fundado desde 2008. No fue hasta 2015, cuando se embarazó de su primera hija que solicitó los servicios de las parteras profesionales.
“La partera que te asignan es la que te va a acompañar durante todo el embarazo y es la misma que está contigo durante el parto. Entonces hay una relación muy cercana, hasta de amistad y ella ya sabe cómo va tu embarazo y qué esperar de ti”, apuntó.
Durante los nueve meses de gestación hay una cita mensual, en la que además de la revisión clínica se abre un espacio para dudas e inquietudes donde también participan los padres. Una vez que se acerca el momento del parto se hace una o dos revisiones semanales, dependiendo del caso.
“La consulta dura una hora, en ese tiempo tanto la mujer como su pareja expresan sus dudas, sus temores, las inquietudes. Es un espacio de revisión clínica, pero también de educación, de cuidado emocional porque se trata de una visión integral del embarazo: cuerpo, mente y espíritu”, explicó la directora Guadalupe Blanco Velazco.
El primer parto lo tuvo Ireri en casa, pues su hija se adelantó a la fecha estimada para su nacimiento. Su segundo hijo fue en las instalaciones de Mujeres Aliadas. En ambas ocasiones se dio aviso a las autoridades en caso de que algo grave ocurriera en el alumbramiento.
“Claro que las parteras te dicen desde el inicio que en caso de que el parto se dificulte pues hay que tener un Plan B y hay que considerar que podrías parir en un hospital, si las cosas no salen como estaban planeadas, pero yo confié tanto en ellas como en mí misma”, recalcó Ireri Campoy.

Con su primer hijo participaron dos parteras profesionales de Mujeres Aliadas y en el segundo otras dos, una de la misma asociación y otra que venía de intercambio de Canadá. La Casa de Salud cuenta con convenios de colaboración, entre los que destacan el intercambio de parteras y matronas de distintos países que vienen a capacitarse a México y participan activamente en los partos.
“No hay nada que ellas te impidan hacer, si tienes que moverte, si necesitas caminar, pararte o cambiarte de posición. Es un trato que te da toda la prioridad a ti, a tus necesidades, no es como un hospital donde no te dejan moverte y son varios partos al mismo tiempo, entonces realmente no te ponen atención”, detalló Campoy.
“También es importante que está el papá durante el parto, forma parte del proceso porque está acompañando directamente, participa sosteniéndote y está involucrado activamente. Es muy bello porque no lo mandan a una sala de espera, no lo dejan afuera”, remarcó.
La atención posparto también es parte de los servicios, incluso ya entrada en la lactancia sigue habiendo seguimiento de la salud de las mujeres y los bebés, lo que refuerza la sensación de acompañamiento que varias mujeres describieron al acudir con parteras profesionales.
“Al final de la cuarentena o incluso durante la cuarentena, dependiendo del caso, se presenta de nuevo la partera para darte un masaje con el rebozo, en algo que le llaman ‘cerrar los huesos’. Entonces ayuda a prevenir los achaques después del embarazo, es de los pies a la cabeza y sobre todo sirve para reestablecer la forma de la cadera”, contó Ireri.
“La partería es un conocimiento ancestral que siempre fue profundamente femenino. Las parteras representan ese linaje de mujeres que transmiten el conocimiento de generación en generación, no solo del momento del parto, sino de los cuidados del embarazo, de las plantas medicinales y de la maternidad como proceso. No deberíamos dudar de ese conocimiento”.

NOM-020: visión medicalizada del parto
El 4 de marzo de 2025 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) la Norma Oficial Mexicana NOM-020-SSA-2025 que entró en vigor ciento ochenta días después. Esta nueva ley tiene la intención de crear un marco legal en el que las parteras tradicionales operen dentro del sistema de salud mexicano.
La NOM-020 crea las figuras de “partera profesional” para quienes tienen formación académica en enfermería o licenciatura en partería, “partera técnica” con competencias técnicas de salud obstétrica y “parteras tradicionales” para quienes no tienen esa formación oficial. Esta clasificación ha generado críticas sobre lo discriminatorio que es la distinción entre “profesión” y “oficio” sin tomar en cuenta la experiencia de las parteras, sobre todo de comunidades indígenas y afromexicanas.
Colectivos como Morada Violeta denunciaron que la NOM es discriminatoria y su aplicación representaría una catástrofe, pues limita el acceso de las mujeres a las parteras que viven en sus comunidades, ya que la ley cataloga a las parteras sin estudios como “personal no profesional autorizado para la prestación de servicios de partería”.
En el caso de Mujeres Aliadas A.C., la directora ejecutiva, Lisel Lifshitz Gudiño, aseguró que no tendrán afectaciones inmediatas debido a que cuentan con un sistema escolarizado a través de su nivel técnico superior universitario; e incluso están en gestiones para que sus cursos adquieran el grado de licenciatura.
“Para nosotras contar con una normatividad nos ayudaría a agilizar los trámites y el papeleo necesario para las actividades que realizamos, como la formación de parteras profesionales donde tenemos que vincularnos con la Secretaría de Salud y la Secretaría de Educación. Ojalá que realmente nos faciliten estos vínculos para mantener la escuela de partería”, dijo.
Sin embargo, coincidió en que no se respetó el espíritu de la ley que había sido presentado en los primeros borradores y que muchas de las propuestas que hicieron como colectivos de parteras a nivel nacional no están reflejadas en la NOM-020.

“La NOM es un avance en política pública, de la cual fuimos parte, nosotras fuimos consultadas y dimos opiniones. No todas nuestras opiniones están plasmadas ahí, no quedó exactamente como nos hubiera gustado, creemos que le falta, pero entendemos que un esfuerzo público de esa magnitud difícilmente nos va a dejar a todas contentas”, dijo Lisel Lifshitz.
Entre las propuestas que fueron ignoradas por el Gobierno federal está la de excluir a las parteras tradicionales de la regulación, debido a que su conocimiento proviene de la tradición y los años acumulados de práctica del oficio.
“Hay una noción de que las parteras tradicionales deben ser educadas, formadas y actualizadas y eso es muy irrespetuoso, porque no reconoce sus saberes ancestrales que se alejan de esa visión”, reconoció la directora.
Por otro lado, aseguró que es erróneo pensar que se requiere una infraestructura hospitalaria para las Casas de Salud de las parteras. Es una visión medicalizada que considera que los partos solamente deben ocurrir en ambientes estériles blancos. La mayor parte de los embarazos que se atienden son de bajo riesgo.
Además, criticó que la certificación sea cada dos años, cuando médicos en otras áreas de la salud pública se tienen que certificar cada tres o, incluso, cuatro años; por lo que no hay un piso parejo para las parteras en comparación con doctores, paramédicos y enfermeros.
“El problema de la certificación es establecer quién va a evaluar, porque necesitamos que sean parteras profesionales quienes evalúen a parteras profesionales, porque si son médicos evaluando a parteras con su visión médica, pues la partería va a quedar corta. Históricamente la partería ha sido desvalorada, no reconocida y discriminada, si esa visión médica persiste pues no va a funcionar”, concluyó Lisel Lifshitz.





