Yasna Mussa: el genocidio actual no se entiende sin saber cómo se fundó Israel

por | Oct 26, 2025

En entrevista con Ceiba, periodismo con memoria, Yasna Mussa, periodista chilena-palestina, comparte detalles sobre su libro Palestina infinita. Conversamos con ella no solo sobre la historia del pueblo de sus antepasados, del cual se siente parte, sino también acerca de los acontecimientos más recientes en aquel país.

Fotografías: cortesía de Yasna Mussa

Caracas, Venezuela.- Yasna Mussa es periodista chilena-palestina, reportera para varios medios de comunicación y autora del libro Palestina infinita, un recorrido por las voces, memorias y caminos de quienes han vivido la ocupación y el exilio palestino. En este libro, a través de testimonios recogidos durante dieciocho años en distintos viajes realizados por Palestina, campos de refugiados en Siria, Líbano, Jordania y Egipto, y contactos con la diáspora en América Latina, combina la crónica periodística, el reporte de guerra y el testimonio personal para trazar el mapa de resistencia y pertenencia de un pueblo, tanto en el interior como fuera de él.


Narrar la resistencia venciendo la censura


Has escrito un libro sobre algo que vemos a diario, aunque con enfoques distintos, en medios o redes sociales. ¿Cuándo y por qué nace la idea de escribirlo, y cómo has recopilado todas estas historias?

Este libro surge a partir de tres viajes que realicé a Medio Oriente, en 2007, 2014 y 2024. Desde el primer viaje, cuando pude conocer Palestina y recorrer los campos de refugiados en Siria, Líbano y Jordania, supe que había historias que valían la pena contar. Creo que la idea surge en ese momento, pero lo fui postergando. Cuando volví a Palestina en 2014, en medio de la Operación Margen Protector, Israel me denegó la entrada, me quedé en Amman reportando las historias de los heridos y evacuados de Gaza, y recopilé más historias y testimonios. Sabía que en algún momento debía sentarme a escribir, pero el tiempo fue pasando hasta que con el inicio del genocidio en 2023 sentí que ya no podía seguir esperando.

Me frustraba mucho encontrar en los medios solo números y estadísticas y notar cómo la historia de los palestinos y palestinas pasaba a segundo plano, siendo parte de una narrativa que los deshumaniza. Sentía que era importante que sus rostros, nombres, historias e ideas se vieran reflejadas para contar una dimensión más completa de sus vidas y no solo su condición de víctimas.

En ese mismo momento la editorial me invitó a escribir un libro y supe que ya tenía casi todo el contenido, solo necesitaba volver para retomar algunas historias y, sobre todo, entender y escribir sobre lo que estaba ocurriendo en la actualidad. Así que viajé en septiembre de 2024, cuando se cumplía un año de iniciado el genocidio, y terminé de reunir todo el material que necesitaba. Palestina infinita es el resultado de esos viajes y de más de dieciocho años investigando y escribiendo sobre el tema.

Mencionaste que en 2014 Israel te prohibió la entrada a Palestina, y desde entonces no has podido volver a entrar, ya que como sabemos Israel controla las fronteras y decide quién puede ingresar en Gaza y Cisjordania. ¿Cómo es el trabajo periodístico o literario para documentar estas historias, sabiendo que, por ejemplo, desde 2023 han sido asesinados alrededor de doscientos periodistas, y los medios que cubrían el ataque israelí han sido expulsados de Gaza?

Tal como dices, es muy difícil ejercer el periodismo en Palestina. Ahora mismo, es el lugar más mortífero para este oficio. Los palestinos y palestinas han sido víctimas directas de la ocupación y se les intenta silenciar, y matar al mensajero. Aunque yo tengo prohibida la entrada, para mí ha sido más fácil, por supuesto. No he tenido que exponer mi vida, ni a mi familia y he podido cubrir desde los países fronterizos o a través de entrevistas virtuales. Existe esta barrera de la distancia, pero aun así creo que no tenemos ni el mínimo de comparación con lo que tienen que vivir a diario los que intentan informarnos desde dentro de Palestina. No solo se enfrentan a la precarización y a tener que protegerse de las bombas, sino que además se han convertido en un objetivo directo de las políticas genocidas de Israel. Por suerte contamos con herramientas digitales que han permitido esquivar la censura y el bloqueo mediático. Si no contáramos con estos teléfonos inteligentes y redes sociales, probablemente sabríamos mucho menos e Israel lograría ocultar sus crímenes aún más.


La Nakba no quedó en el pasado


En el libro dibujas un hilo entre la Nakba de 1948, al fundarse un estado colonial que empieza a legislar en una forma de apartheid contra el pueblo palestino, y lo que vemos hoy. ¿Cuál es la continuidad histórica entre estos dos eventos?

Para que Israel haya podido comenzar y mantener este genocidio tuvo que sedimentar primero el camino. Comenzó con una limpieza étnica a menor escala, deshumanizó a los palestinos, aplicó políticas de exclusión, impuso su propaganda dentro y fuera de Israel. Todo ese recorrido le ha permitido avanzar a lo que Netanyahu llama “terminar el trabajo”. La Nakba nunca terminó. Solo ha cambiado de forma y hoy vemos a palestinos exiliados por tercera o cuarta vez. Son las mismas políticas coloniales en que a los palestinos se les impuso dividir su territorio, aceptar la llegada de colonos para habitar sus aldeas arrasadas y ver sus ciudades destruidas una y otra vez para dar espacio al plan del Gran Israel que todos los líderes sionistas han anhelado. No podemos entender este genocidio sin entender cómo se fundó Israel y cuál ha sido su manera de actuar desde el primer día. No es coincidencia que lo que los israelíes llaman su “Independencia” para los palestinos sea la “Catástrofe”. Estos dos eventos históricos están unidos y son parte de una misma historia que llega hasta nuestros días.

Antes de 2023 ha habido otros momentos de fuerte violencia contra el pueblo palestino. ¿Qué testimonios se recogen sobre esto en tu libro?

Palestina infinita va intercalando historias personales con hechos históricos y actuales. Si hay algo que une a las diez crónicas que reúne este libro es el origen común de toda la tragedia del pueblo palestino: la Nakba (la catástrofe). Cada uno de los protagonistas ha sufrido directa o indirectamente –a través de sus padres, abuelos, familiares directos– las humillaciones, expulsiones, violencia y persecución por parte de Israel. La violencia ha estado presente desde antes de que se creara oficialmente el Estado de Israel en 1948, pues hubo matanzas y se registraron hechos de violencia con la intención de realizar una limpieza étnica. Así que en este libro hay historias de víctimas directas de la Nakba, de la Guerra de los Seis Días, de la primera y segunda Intifada, de los Acuerdos de Oslo, de [la masacre de] Sabra y Shatila, de la Operación Margen Protector y del genocidio actual. Lamentablemente, los últimos ochenta años han estado marcados por la violencia que ejerce la ocupación, por lo que al tomar estas historias de distintas generaciones de palestinos y palestinas vemos cómo el régimen de apartheid israelí les afecta en muchas capas de su vida cotidiana.

El 80 % de los palestinos que vivían en Gaza antes de octubre de 2023 eran ya desplazados de otros lugares de Palestina desde la Nakba. Ahora, en dos años, el 90 % de esa población ha vuelto a ser desplazada. Tú, sin poder entrar en Gaza, has contactado en otros lugares con algunos de esos desplazados. ¿Cómo viven el exilio, cuáles son sus historias?

Pude conocer y entrevistar a varios palestinos que han salido de Gaza en los últimos dos años. Me reuní con ellos en Jordania y Egipto cuando acababan de salir de la franja. En el caso de los palestinos con los que me reuní en Amman, eran un grupo compuesto por ochenta niños y niñas enfermos de cáncer. Salieron por una medida especial para entregarles tratamiento oncológico porque el único hospital con ese perfil en Gaza fue totalmente destruido por las bombas israelíes. Estas infancias estaban totalmente destruidas por el genocidio. Los acompañaba algún pariente –padre, madre o abuelos– que debió dejar a toda su familia en Gaza, pues debía elegir e intentar salvar la vida del pequeño o pequeña que padecía esta enfermedad. Al mismo tiempo, todos habían perdido al menos un familiar directo. Un chiquito de ocho años perdió a dieciocho miembros de su familia –entre ellos sus padres y todos sus hermanos– y solo contaba con la compañía de su abuela, la única superviviente adulta de su núcleo familiar.

Por otro lado, en Egipto encontré a Sharif, un hombre de cuarenta y dos años que logró huir junto a su esposa y sus dos hijas de cuatro y seis años. Sharif es una víctima directa del exilio al que han sido forzados los palestinos. Nació siendo refugiado, su familia completa era refugiada de otra zona de Palestina en Gaza y luego de este genocidio perdió todo lo que había logrado construir en estos años. Vio cómo su edificio aparecía en los flyers que lanzaban los aviones israelíes anunciando que estaban dentro del objetivo que sería bombardeado. Tuvo que salir con lo puesto y pasar dos meses durmiendo en el suelo y comiendo lo que encontraba, moviéndose de un lado a otro porque Israel amenazaba con volver a bombardear las zonas donde había encontrado refugio. Lo que vemos en estas historias es un ciclo que parece no tener fin, donde los palestinos y palestinas parecen condenados a vivir como refugiados en su propia tierra o apátridas en el resto del mundo.

Algunos de esos desplazados viven hoy en campos de refugiados en países árabes vecinos. En algunos casos, viven situaciones de discriminación o segregación en esos países de acogida ¿Cómo es la vida para ellos en esos lugares?

Tal como dices, viven bastante discriminación y segregación y en algunos casos también está en peligro su vida o integridad. Depende mucho del país y de las condiciones políticas y sociales, pues no todos tienen el mismo trato ni otorgan los mismos derechos a los refugiados palestinos. En Egipto, por ejemplo, no se les reconoce bajo este estatus y, por lo tanto, no operan organismos internacionales que son centrales para sus vidas, como la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) o ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). En Jordania están en mejores condiciones, pero de igual forma viven en barrios segregados, con menos movilidad social y menos acceso a oportunidades. En el Líbano no pueden ejercer más de treinta profesiones ni comprar una vivienda o un auto. A menudo son discriminados por el resto de la sociedad. Lo que hay en común en todos los países son las ansias de los palestinos de retornar a su tierra y eso está muy presente en cada uno de los campos de refugiados que visité.

Portada del libro Palestina Infinita



Solidaridad y resistencia en Palestina y más allá


Tras los ataques israelíes de 2006 y 2008-09 mientras el mundo miraba hacia otro lado, en 2010 pude estar en Gaza unos días. En la cárcel al aire libre más grande del mundo, me pareció que la forma de la gente para sobrevivir y reconstruir eran las ganas de aferrarse a la vida y, como acabas de mencionar, al derecho al retorno del pueblo palestino. ¿Cómo ves la actitud de ese pueblo más de quince años después?

Es una de las cosas que más me impresiona de los palestinos y que trato de relatar siempre que puedo: sus ganas de aferrarse y defender la vida. Hay una alegría y una energía tan potentes, en la manera en que se relacionan, en el rol que juega la cultura, en sus gestos de solidaridad y empatía. Aún hoy con todo lo que ha pasado he encontrado en cada casa, en cada campo de refugiados, un gesto amable y las ganas de defender su derecho a la vida. El discurso vivo y activo para exigir su derecho al retorno. Es algo con lo que todos sueñan, no importa a qué generación pertenezcan o si conocen o no la tierra de origen. Hay un lazo invisible que los une y aunque no se conozcan entre sí, comparten ese anhelo en común, estén en El Cairo, Amman o Santiago de Chile.

Se ha instalado una matriz de opinión a nivel internacional que marca una distinción entre los pueblos y sus gobiernos. Sin embargo, aparentemente el debate mayoritario en Israel es entre los que apoyan a Netanyahu y los que le exigen más dureza. ¿Hay alguna esperanza en ese pueblo?

Lamentablemente hemos visto esta contradicción moral y la decadencia de gran parte de la ciudadanía israelí que ha mirado con indiferencia y de manera despectiva el sufrimiento del pueblo palestino. Según las encuestas, la gran mayoría ha apoyado las atrocidades de este Gobierno, que, a diferencia de lo que dicen muchos, yo creo que es la continuidad de una política de Estado que ha mantenido la limpieza étnica con distinta intensidad, pero de manera continua a lo largo de los años. Por otro lado, quisiera confiar en que una parte de la población está despertando. Es una lástima que aún sea una parte muy pequeña, pero quiero creer que más gente se irá sumando cuando se den cuenta de la inmoralidad que significa este genocidio.

Hay jóvenes israelíes que rechazan activamente hacer el servicio militar, aunque eso les cueste la cárcel. Hay adultos que intentan remediar su paso por el ejército y se suman a las ONG que trabajan para acercar a ambos pueblos. Creo que se está avanzando a un paso muy lento, pero al menos una buena parte de la comunidad judía en el mundo está diciendo “No en mi nombre” y está tomando distancia y denunciando lo que hace Israel. Este movimiento me parece inédito y creo que es un gran paso histórico.

Parece que la comunidad internacional, refiriéndonos a los gobiernos, va cambiando algo últimamente en su accionar. Sin embargo, respecto al pueblo palestino ha mantenido un doble discurso que en nada se asemeja a su posición en otros conflictos. Combina elementos como la islamofobia y el racismo que hacen que sus movimientos respecto a este caso sean mínimos. ¿Crees que elementos como el reconocimiento al Estado de Palestina, cuando a Israel le dan carta blanca para sus acciones, sean útiles en este momento? ¿Ves alguna esperanza en este sentido?

Creo que reconocer al Estado palestino es un deber de todos los gobiernos que dicen defender la democracia y me parece bien que se dé ese paso, pero debiese ser el paso mínimo. Lamentablemente hemos visto cómo esta acción no significa nada. A la población ocupada se le ponen condiciones y se aplica un paternalismo que no se acerca a la actitud que se tiene frente a una potencia ocupante. Es un ejemplo vivo de colonialismo y mientras la comunidad internacional no reconozca esto, no se podrá avanzar en nada. Será apenas un gesto simbólico.

Además, soy pesimista con respecto a la solución de dos Estados. Creo que Oslo nació muerto y que es iluso pensar que se podrán crear y administrar dos Estados, uno al lado del otro, con uno de ellos fundado sobre cimientos supremacistas y excluyentes.

Recientemente se anunció un acuerdo, que algunos presentan como una «posible salida al conflicto». Desde tu experiencia, ¿ves en este acuerdo una oportunidad real de cambio o es más bien una maniobra política de alguno de los actores? ¿Te genera alguna esperanza o crees que se repetirá el patrón de otros procesos que terminaron fortaleciendo la ocupación? 

Sobre esta pregunta, creo que en estos días Israel ha dado ya una respuesta. Ha violado el cese el fuego y ha asesinado palestinos no solo en Gaza, sino también en Cisjordania. Creo que mientras no se avance en reconocer que Israel realiza una ocupación ilegal no se cambiará gran cosa. La única esperanza que veo en lo inmediato es que al menos ha disminuido el nivel de ataque y ha comenzado a entrar la ayuda humanitaria. Eso siempre será una buena noticia y una luz en medio de tanto dolor. Pero, mientras Occidente siga actuando desde una mirada y política colonialista es muy difícil que podamos ver un avance concreto que signifique alcanzar la libertad que el pueblo palestino y quienes defendemos los derechos humanos tanto anhelamos.

¿Cómo ves la posición de los Gobiernos latinoamericanos?

Una buena parte de los Gobiernos latinoamericanos ha tenido una cercanía histórica con Palestina. Los gestos de solidaridad y las exigencias del cumplimiento del derecho internacional han venido primero de los países del sur global y esto es un gran indicador. Creo que, a excepción de Argentina, la mayoría de los Gobiernos han dado un mensaje claro de apoyo y solidaridad, aunque aún me parece que falta lo más importante: cortar relaciones comerciales, armamentísticas y diplomáticas con Israel.

En Latinoamérica, una de las uniones más extrañas que se da, a ojos del común, es la colaboración entre algunas Iglesias evangélicas (en una posición cada vez más dominante) con el lobby sionista. ¿Influye eso en el actuar de algunos países?

Influye bastante. Al menos en Chile, que es el caso que más conozco, hay muchos representantes del mundo evangélico que realizan un gran lobby en el Congreso a favor de Israel y lo muestran abiertamente. Hace unos meses vimos a dos diputadas evangélicas que se dicen provida, cargando pañoletas celestes en contra del aborto y al mismo tiempo una bandera de Israel.

Hay un doble discurso muy fuerte. Esos mismos representantes forman parte de grupos parlamentarios de amistad con Israel, viajan a los territorios ocupados, visitan asentamientos y luego responden a esos intereses en el Congreso.

Respecto a la solidaridad de los pueblos, se realizan acciones como las campañas de boicot, desinversiones y sanciones (BDS) que arrojan un pequeño rayo de esperanza sobre el futuro, pero que parecen a veces insuficientes. ¿Cómo las valoras? ¿Crees que influyen en lo que esperamos que sea el fin del genocidio y, más allá, la consecución de los objetivos por los que lucha el pueblo palestino?

Creo que la campaña del BDS es fundamental pero no suficiente. Ha hecho un trabajo enorme, concreto y directo para detener la normalización de relaciones con Israel y por supuesto que aporta muchísimo a avanzar en este objetivo común. Pero sin el apoyo de los Estados, de que asuman el rol que pueden y deben asumir, con el poder que pueden ejercer, es difícil imaginar que esto termine pronto. El BDS fue fundamental para terminar con el apartheid en Sudáfrica y es una acción no violenta que es importante replicar, pero también debemos exigirle a nuestros gobiernos y representantes que se posicionen y detengan esta barbarie.

Estás haciendo presentaciones de Palestina infinita en diferentes países. ¿Cómo es el debate con la gente que se acerca a las actividades sobre el libro o que ha podido tener acceso a él? ¿Por qué es importante en Latinoamérica hablar, escribir o discutir sobre este tema?

La recepción del libro ha sido muy bonita. He realizado más de doce presentaciones y en cada una de ellas la gente se conmueve y muestra un interés genuino por la vida de los palestinos y palestinas. A casi todos les impactan aspectos que no conocían de la vida cotidiana de los palestinos, de su cultura y también la inacción que hay frente al genocidio. Ha sido muy lindo ver cómo generaciones y orígenes muy diversos se encuentran en ese espacio para hablar de Palestina, de Gaza y preguntar qué pueden hacer desde este lado del mundo para detener este horror. Creo que estos encuentros devuelven la esperanza.

Es importante que sigamos hablando porque no podemos normalizar este genocidio. Como latinoamericanos conocemos de cerca lo que ocurre cuando se une el colonialismo y el racismo y se intenta intervenir en la autonomía de los pueblos. Son muchas más las cosas que nos unen con los palestinos que las que nos separan. Entonces creo que hablar, escribir o discutir debe ser parte de una reflexión constante y de rescatar la memoria, como un ejercicio de resistencia.

Presentación del libro Palestina Infinita en Librairie Cien Fuegos, París. 2 de octubre de 2025 

Por último, agradeciéndote el tiempo que te has tomado para atender esta entrevista, para los lectores que estén interesados, ¿cómo se puede acceder o conseguir el libro?

Por el momento Palestina infinita en papel está disponible solo en librerías de todo Chile. Desde otros países pueden encargarlo por internet en páginas como Buscalibre o en la misma web de editorial Planeta. También pueden encontrar online la edición en ebook.

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