La Milicia Bolivariana es un elemento fundamental de la defensa popular frente a la escalada de agresiones de Estados Unidos contra Venezuela, que va desde sanciones y bloqueos hasta acciones militares. A través de las voces de Xabier Arruti, miembro de los Órganos de Dirección para la Defensa Integral (ODDI) en un municipio de la costa venezolana, y Dioce Camico, director del Ministerio para las Comunas en el estado Amazonas, comprendemos cómo la organización territorial, la preparación popular y el conocimiento local fortalecen la capacidad de resistencia del pueblo venezolano ante la injerencia extranjera.
Fotografías: Yurby Claribel García Ascanio y Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información (MIPPCI)
Caracas, Venezuela.- En medio de una etapa de nuevas amenazas por parte de Estados Unidos, Venezuela refuerza su defensa apelando a su mayor fortaleza: la organización popular. La Milicia Bolivariana se consolida hoy como eje de una estrategia de resistencia frente a la amenaza de agresión militar que, junto al bloqueo y las sanciones, buscan quebrar la soberanía del país. La preparación militar voluntaria es una respuesta colectiva ante el acoso imperial: la defensa deja de ser un asunto exclusivo del ejército para convertirse en una tarea del conjunto del pueblo venezolano.
Del llamado a filas al alistamiento masivo
La reciente combinación de presión política, jurídica y militar por parte de Estados Unidos ha sido interpretada desde Venezuela como una amenaza directa a la soberanía nacional. La respuesta fue doble por parte del Gobierno de Nicolás Maduro: acciones diplomáticas y, en paralelo, una movilización interna, tanto del ejército regular como de las fuerzas populares y reservistas, articuladas en torno a la Milicia Bolivariana.
En agosto y septiembre de 2025, el Ejecutivo bolivariano lanzó campañas masivas de alistamiento. “Como comandante en jefe, he considerado necesario y oportuno que este sábado y domingo tengamos esta gran jornada de alistamiento y llamado a filas de todos los milicianos, todas las milicianas, de todos los reservistas del país y de todos los ciudadanos y ciudadanas que quieran dar un paso al frente, para decirle al imperialismo ¡Basta de estas amenazas! ¡Venezuela rechaza sus amenazas porque quiere paz, y habrá paz!”, indicó Maduro el 21 de agosto, convocando públicamente a inscribirse y sumarse a las labores de defensa: el alistamiento tenía como objetivo ampliar el apresto operacional territorial y organizar la resistencia popular frente a la amenaza externa.
Superando el plan inicial de alcanzar los 4,5 millones de inscritos, más de ocho millones de personas se sumaron al sistema defensivo nacional en las primeras jornadas de registro. Ese empuje organizativo no fue solo administrativo: se reforzó la integración de la Milicia Bolivariana con los cuerpos policiales y militares regulares, y con las bases populares y las masas de trabajadores, para garantizar la defensa en todos los territorios. Así, se reordenaron estructuras para operar por estados, municipios, parroquias, comunas y consejos comunales, con el fin de articular a las masas populares y la logística militar en defensa de la soberanía nacional.

¿Qué es la Milicia Bolivariana?
Con raíces asociadas a tradiciones populares de defensa −desde grupos indígenas y milicias coloniales hasta episodios de resistencia republicana contra la colonización española− fue formalizada institucionalmente hace dos décadas. Creada como Comando de la Reserva Militar y Movilización Nacional en 2005, años de interacción cívico-militar llevaron, en 2009, a su cambio de nombre para constituirse como Milicia Bolivariana.
La normativa posterior (Gaceta Oficial No 6.508, 30 de enero de 2020) establece su definición de la siguiente manera: “La Milicia Bolivariana es un Componente Especial de carácter popular, integrada por hombres y mujeres que manifiestan su deseo patriótico de participar activamente en acciones que contribuyan a la Seguridad de la Nación, en todos los ámbitos de la misma. La estructura de mando de la Milicia Bolivariana está sujeta operacionalmente a los distintos escalones de comando del Sistema Defensivo Territorial…”.
La Milicia nace como aparato pensado para complementar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) desde la base social: es “la conjunción de lo popular y lo militar” y pretende “registrar, organizar, equipar, adiestrar y adoctrinar al pueblo a objeto de contribuir con la seguridad de la nación, en todos los niveles del Sistema Defensivo Territorial” (Gaceta Oficial No 6.508, 30 de enero de 2020).
Organizativamente, la Milicia se divide en dos grandes estratos: la Reserva Nacional (ciudadanos que no están en servicio activo, pero constituyen un potencial de movilización) y las milicias (Milicia Territorial y Cuerpos Combatientes). Los miembros de la Milicia Territorial se concentran regularmente para recibir instrucción militar, y, además, pueden ser convocados en caso de necesidad o ante situaciones extraordinarias o emergencias, como ocurrió durante las jornadas de adiestramiento en prevención de desastres naturales que se realizaron a nivel nacional tras recientes terremotos. Los Cuerpos Combatientes, por su parte, se organizan en torno a instituciones y empresas que preparan militarmente a sus trabajadoras y trabajadores para proteger la infraestructura vital frente a ataques externos e internos, garantizando la operatividad mínima ante cualquier contingencia.

La milicia en la práctica: organización territorial y defensa popular
Dentro de la Milicia, el conocimiento del territorio y de las capacidades y habilidades de sus habitantes es vital para preparar la resistencia del pueblo. Ese conocimiento local resulta decisivo en una estrategia en la que el pueblo en armas garantiza la protección de la vida en las comunidades. Desde este enfoque, todas las personas con voluntad de luchar son bienvenidas; nadie sobra, por ello son importantes aspectos tan esenciales como saber quién tiene conocimientos médicos, quién maneja embarcaciones, quién conoce el monte o las rutas fluviales. Este conocimiento puede marcar la diferencia en un escenario de conflicto.
Aquí, las voces de quienes participan en la defensa territorial ayudan a comprender la concreción cotidiana de la preparación de la Milicia. Xabier Arruti, ciudadano vasco que reside en Venezuela desde hace más de cuatro décadas y militante del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), es miembro de Órganos de Dirección para la Defensa Integral (ODDI) en el municipio Monseñor Iturriza, estado Falcón, una zona costera expuesta directamente a la amenaza en el Caribe. Arruti nos explica:
“En el municipio hemos venido realizando ejercicios y captaciones constantes con la milicia. La previsión es que, por cada circuito comunal, existan entre sesenta y cien milicianos; hay responsables asignados por circuito que conocen quién puede aportar en cada tarea: quién cocina, quién es mototaxista, quién tiene conocimiento del terreno, etc.” Añade: “Ese conocimiento local es clave porque contemplamos escenarios donde, por ejemplo, podrían cortarnos las comunicaciones y habría que saber cómo organizarnos para comunicarnos en esas condiciones”.
Arruti resalta componentes prácticos y cotidianos del funcionamiento de la Milicia: “En nuestro municipio hay gente que patrulla diariamente, incluso con lanchas por la costa; otros se dedican a la preparación y formación de personal; existen equipos de contrainteligencia”, a lo que agrega: “un aspecto central de nuestra labor es proteger puntos estratégicos como fuentes de agua, electricidad, la alcaldía, subestaciones eléctricas, y patrullarlos de forma continua. Tenemos encargados específicos para cada una de esas tareas y, regularmente, la plana mayor se reúne para estudiar fortalezas y debilidades del territorio”.
“Se han realizado entrenamientos y cursos −incluyendo formación técnica− y se han distribuido armamentos para quien corresponda”, explica Arruti. “Nuestra prioridad es que haya gente que conozca bien el territorio y que sepa moverse en él; esa capacidad la tiene la gente del propio municipio. La gente está motivada a tope y comprometida con la defensa popular”, resume Arruti. Su testimonio sirve para ilustrar cómo la teoría del Método Táctico de Resistencia Revolucionaria (MTRR) se transforma en rutinas de vigilancia, preparación y organización comunitaria.

La escalada: sanciones, amenazas y agresiones
Desde la llegada del chavismo al poder en 1999, Venezuela ha estado en la mira geopolítica de Washington. Tras su apoyo de Estados Unidos al golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez, su respaldo a diferentes propuestas violentas de derrocamiento, su colaboración con sectores que impulsaron la guerra económica contra el país, además de varios intentos de desestabilización con mercenarios o paramilitares, en 2015 Estados Unidos aprobó el decreto de Obama que designaba a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” para su seguridad. Este decreto fue el punto de partida de la estrategia de asfixia económica del país, a través de sanciones, medidas coercitivas unilaterales y un bloqueo impuesto por la nación norteamericana y la Unión Europea. Estas medidas fueron aplicadas tanto por administraciones demócratas como republicanas, en un intento de doblegar al pueblo venezolano mediante la escasez de alimentos, la falta de insumos médicos y el colapso de la producción petrolera, entre otros sectores afectados por el bloqueo.
Pero tras la derrota de Trump en las elecciones de noviembre de 2020, este comenzó a acusar a los demócratas de no hacer lo suficiente o de no ser lo suficientemente firmes para acabar con la “dictadura” venezolana. En 2023, durante un mitin, él mismo afirmaba lo cerca que había estado de apropiarse del petróleo venezolano durante su primer mandato, mientras achacaba a la administración Biden haber desperdiciado esa oportunidad. Ya en la campaña electoral que lo llevó a recuperar la presidencia, utilizó los mismos argumentos −sumados al tema de la migración y a la supuesta lucha contra las “dictaduras”− como ariete contra los candidatos demócratas, primero Biden y, tras su sustitución, Kamala Harris.
Tras la victoria electoral de Trump, y desde que asumió el poder el 20 de enero de 2025, tanto los discursos sobre la lucha contra la migración ilegal como la designación de los carteles de la droga como enemigos terroristas han sido utilizados contra Venezuela. El 15 de marzo de 2025, Trump publicó la proclamación que invocó la Ley de Enemigos Extranjeros (Alien Enemies Act) de 1798 contra miembros del grupo Tren de Aragua, y ordenó la implementación de medidas para identificar y deportar a presuntos integrantes de esa organización.
Esa proclamación permitió que centenares de migrantes venezolanos, detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés), fueran encarcelados bajo la acusación de ser miembros de dicho colectivo criminal, que familias fueran separadas y que parte de ellos fueran deportados a El Salvador, a una cárcel que Bukele cedió a Estados Unidos. Los movimientos diplomáticos venezolanos, que incluyeron un intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Venezuela, consiguieron momentáneamente desescalar la tensión.
Pero la administración estadounidense volvió a tensar la situación, ofreciendo una recompensa de cincuenta millones de dólares por información que condujera al arresto o condena del presidente Nicolás Maduro, algo sin precedentes para un presidente en ejercicio, enmarcando su estrategia en acusaciones de narcotráfico que, desde Venezuela, tanto la mayor parte del pueblo como el Gobierno rechazan como un pretexto de injerencia.
Al mismo tiempo, Trump anunció un movimiento de tropas al Caribe en su pretendida lucha contra las drogas, acusando al Cartel de los Soles de ser el responsable de este tráfico. Este Cartel está integrado, según el Departamento de Estado de Estados Unidos, por altos cargos del Gobierno venezolano, así como por militares de alto rango, pero nadie ha presentado ninguna prueba de su existencia o de sus actividades ilícitas, más allá de informes pseudoperiodísticos en agencias y medios al servicio del relato de Estados Unidos.
Desconociendo los propios informes de la Administración del Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) y de otras agencias estadounidenses e internacionales, que no incluyen a Venezuela como productor ni como lugar de paso en las principales rutas del narcotráfico, Donald Trump ha situado en el mar Caribe, frente a las costas de Venezuela, destructores de la armada, buques anfibios e incluso un submarino nuclear, además de decenas de cazas y aviones de vigilancia marítima en bases estadounidenses próximas a Venezuela, como Puerto Rico. Distintas fuentes afirman que entre 4 000 y 4 500 efectivos del ejército estadounidense estarían al acecho, listos para entrar en acción.
Estos elementos han atacado, hasta el momento en que se escribe este artículo, a doce lanchas o embarcaciones que, según fuentes de la Casa Blanca, “transportaban droga a Estados Unidos”, asesinando extrajudicialmente a sesenta y un personas. Todo ello sin presentar prueba alguna del cargamento de las lanchas, de la identidad de sus tripulantes o de su pertenencia a organizaciones narcotraficantes. Lo único mostrado hasta ahora son los videos que el propio presidente estadounidense ha divulgado al público, junto con sus afirmaciones en discursos o redes sociales.
A pesar de las denuncias, tanto del Gobierno de Venezuela como de diversos países de la región, no parece que esta escalada belicista vaya a detenerse. Tras afirmar que ya no salían lanchas de Venezuela, y que ni los pescadores se atreven a salir a pescar por miedo a ser ejecutados, Trump ha declarado que los próximos objetivos pueden ser terrestres, sin ofrecer mayores detalles.

Defensa en todo el territorio
Aunque la escalada de incidentes ha tenido foco en el Caribe, el Gobierno venezolano ha impulsado una estrategia de movilización nacional, incluyendo la integración de los pueblos indígenas. En la conmemoración del Día de la Resistencia Indígena, el 12 de octubre de 2025, el presidente Nicolás Maduro llamó a acelerar la incorporación orgánica y total de los pueblos a la defensa integral y propuso la conformación de brigadas milicianas indígenas, incluso con vocación internacionalista en Sudamérica, como parte de la respuesta frente a las amenazas externas.
En este sentido, Dioce Camico, director del Ministerio del Poder Popular para las Comunas, Movimientos Sociales y Agricultura Urbana en Amazonas, militante del PSUV y del Movimiento 27 de Octubre, analiza la importancia de la preparación en el sur de Venezuela: “Aunque la agresión parezca hoy concentrarse en el Caribe, la defensa abarca a toda la nación. En el estado Amazonas, el segundo más grande del país y con una extensa frontera con Brasil y Colombia, el adiestramiento y la organización de las milicias comunales son esenciales para mantenerse en alerta permanente. No podemos olvidar que en Colombia existen ocho bases militares estadounidenses, y la más cercana a nuestra frontera se encuentra a tan solo cien kilómetros del territorio venezolano. Por eso, nuestra tarea es clara: mantenernos preparados, unidos y conscientes de la defensa integral de la patria”.
A su vez, describe la movilización comunitaria: “En cada municipio, en cada comunidad, la gente salió a las plazas a expresar su compromiso con la patria, a decir “aquí estamos”, dispuestos a prepararnos y organizarnos para cualquier eventualidad que pueda atentar contra nuestra paz nacional, nuestro trabajo diario y los esfuerzos que el pueblo ha hecho pese al bloqueo, las sanciones y las agresiones económicas”.
Camico subraya que las comunidades indígenas han aportado “conocimientos fundamentales para la defensa del territorio” y que la geografía selvática exige una estrategia diferente: “Amazonas es un estado complejo, diverso, selvático y de frontera; su geografía exige un enfoque propio de protección. Las comunidades indígenas han enseñado cómo se cuida y defiende un territorio de ríos, montañas y selvas; cómo se preserva la vida en un entorno de comunicación fluvial y terrestre. Su participación ha sido esencial para el diseño de estrategias de defensa popular adaptadas a las particularidades del estado”.
Finalmente, la convocatoria de alistamiento voluntario para la preparación militar del pueblo trasciende el mero reclutamiento: implica incorporar saberes comunitarios y adaptarlos a la lógica de defensa integral. Según Camico: “Se trata de aprender a observar, vigilar y proteger el espacio donde vivimos: cómo actuamos frente a una amenaza, cómo nos comunicamos y cómo mantenemos el control territorial desde el poder popular”.

Misión, adiestramiento y el Método Táctico de Resistencia Revolucionaria
La doctrina que sustenta buena parte de la formación es el Método Táctico de Resistencia Revolucionaria (MTRR), desarrollado en instancias castrenses y académicas como la Universidad Militar Bolivariana. El MTRR no se limita a un simple manual de defensa, sino que constituye una doctrina integral que combina aspectos tácticos, formación ideológica y conciencia social, inspirada en la noción de Guerra Popular Prolongada, una estrategia militar maoísta, adaptada al contexto venezolano. La idea central es que la defensa depende tanto del nivel organizativo y moral del pueblo como de la capacidad técnica de las armas.
La formación busca crear al o a la “combatiente integral”, alguien que razona, evalúa el entorno social y actúa con autonomía disciplinada, tanto dentro del marco militar como dentro de la ética revolucionaria. La instrucción abarca desde el apresto táctico militar hasta la elevación de la conciencia patriótica, empleando para ello formación política e histórico-social.

La Milicia como elemento de disuasión
En el tablero regional −con despliegues navales, recompensas millonarias y operaciones militares que han cobrado vidas−, la Milicia es una pieza fundamental de la respuesta venezolana: es al mismo tiempo un instrumento de disuasión y un recurso interno que cohesiona a todos los sectores que se oponen a la amenaza militar estadounidense, en torno a la defensa de Venezuela.
La Milicia Bolivariana actúa como un mecanismo de defensa que supera lo estrictamente militar: integra la organización popular y el conocimiento territorial. Esta experiencia −expresada tanto en municipios costeros como en selvas fronterizas− muestra que la adaptación local del Método Táctico de Resistencia Revolucionaria no se trata solo de retórica, sino de la base de una defensa práctica y efectiva.
Más allá de los cuarteles, la voluntad de un pueblo que asume su defensa como parte de su identidad política, plantea un modelo que se sostiene en la participación popular, pero también en la conciencia política. Mientras otros gobiernos persiguen a quienes optan por las armas en defensa de sus territorios, u obligan a sus ciudadanos a alistarse en ejércitos que defienden intereses imperialistas −como es el caso de Ucrania−, en Venezuela la Milicia es una obra voluntaria y colectiva que articula pueblo, Comuna y FANB, configurándose como una forma de soberanía que se construye desde abajo.





