Kani Lapuerta dirige Niñxs, un documental que durante una década sigue la vida de Karla, una adolescente trans. La cinta ofrece una perspectiva íntima y cotidiana, alejada de los discursos de tragedia, para celebrar su humanidad y libertad infantil. Surge como un contrapeso vital de amor y realidad frente a la desinformación y los discursos de odio.
Fotografías: Cortesía de la producción
Ciudad de México.– En un panorama mediático donde los debates sobre la identidad de género a menudo se tiñen de polarización y desinformación, emerge una voz necesaria.
Kani Lapuerta, cineasta y hombre trans, nos presenta Niñxs, un documental que se adentra en la realidad de una adolescente trans con una sensibilidad y profundidad que desarman las narrativas hegemónicas. Fruto de casi una década de trabajo, la película se estrena en un momento crucial, posicionándose como un testimonio vital para la comprensión y la empatía.
Este documental, que inició cuando Karla, la protagonista, tenía solo siete años y hoy la sigue como una adolescente en Tepoztlán, México, es mucho más que una crónica. Es una invitación a presenciar la libertad innata de la infancia, esa etapa donde las imposiciones de género aún no opacan la experimentación del ser. El documental nos guía a través de esta historia personal, que se convierte en un espejo para cuestionar los miedos y prejuicios de la sociedad.
Kani, decidió tomar las riendas para contar sus propias historias. Su presencia en Niñxs no es casual; refleja la profunda conexión y el compromiso personal que estableció con Karla y su familia, un lazo de amistad, complicidad y cuidado mutuo.
En esta conversación con Ceiba, Kani nos comparte la génesis de esta poderosa obra, su intención de ofrecer «otra perspectiva» que celebre la cotidianidad y el goce, y la manera como la historia de Karla se convierte en un «contrapeso» ante los discursos de odio que hoy utilizan a las infancias trans como «chivo expiatorio» en un mundo ya convulso.
Volver la mirada a las infancias
A: El documental cubre casi una década en la vida de Karla, desde los siete años hasta su adolescencia. En una conversación que tuvimos antes del estreno me decías que cuando la conociste te cautivó esa libertad que ella tenía para experimentar su identidad, sin las ataduras de los roles de género que la sociedad a menudo impone. Personalmente, ¿qué significó para ti presenciar esa pureza en la infancia de Karla y cómo te impulsó a contar su historia en un contexto donde esa libertad es tan incomprendida y atacada?
K: El proyecto nació con la idea de volver la mirada a la infancia.
Cuando conocí a Karla, me llamó mucho la atención la libertad con la que ella se movía en el mundo, sin esa represión de «esto es de niña, esto es de niño». Recuerdo verla con un vestido y subida a un árbol, lanzando cosas a la gente, y pensaba: «qué lindo que tenga esa libertad». Para mí, fue una revelación ver cómo la sociedad enciende alarmas si un niño se disfraza de princesa, pero no si una niña se disfraza de Tortuga Ninja.
Karla, en su entorno, tenía esa libertad total.
Personalmente, me conectó mucho con la necesidad de mostrar que la intolerancia no es natural, sino algo que se construye socialmente. La película busca ser política en el sentido de abrir narrativas sobre las infancias y adolescencias trans en un momento muy violento.
Un reclamo narrativo, desde el amor
A: Algo que me resonó mucho es la importancia de narrar a las personas trans desde su día a día. Desde la felicidad y el goce, en contraste con las narrativas mediáticas que suelen caer en la tragedia. ¿Por qué era tan importante para ti, desde tu propia experiencia, ofrecer esta otra perspectiva y celebrar la humanidad plena de Karla, más allá de su identidad trans?
K: Las personas trans nos hemos comprado las narrativas que otros han construido sobre nosotros. Se nos ha representado de forma muy limitada: casi siempre mujeres trans, centradas en lo médico, las hormonas, las dificultades o la transición como una ruptura. Y yo mismo, al principio, participé en documentales donde siempre me llevaban a esos «lugares comunes». Después de eso, fue que dije: «No, yo también quiero contar nuestras historias».
Con esta película, queríamos poner en pantalla todo lo que hemos dicho en los activismos: no a la patologización. Darle espacio a una adolescencia trans, que se escuche su voz directamente. Es vital mostrar qué le inquieta, qué le mueve, qué le emociona, más allá de que sea trans. Queremos que la gente vea que las personas trans también tienen una vida, también pueden ser divertidas, pueden estar tristes… son mucho más que trans. Es un reclamo narrativo para poder imaginarnos más allá de la muerte.
Acuerpar en colectivo
A: Tu presencia en el documental, tu relación de amistad y complicidad con Karla y su familia, es muy visible y creo que le da una capa de intimidad y autenticidad única. ¿Cómo fue para ti tomar la decisión de incluirte en la narrativa y qué papel jugó esa conexión personal en la forma en que la historia se desplegó?
K: La verdad, al principio, yo no quería salir en la peli. Empecé a hacer cine porque, como había pocos chicos trans visibles hace quince años, me hablaban para ser personaje en documentales, pero siempre era para encajarme en lo que las personas cis imaginaban de nuestras vidas.
Con Karla, sentí una responsabilidad enorme de que ella tuviera el espacio para decidir qué contar. Mi presencia fue cobrando sentido de forma natural, porque la relación con Karla y su familia evolucionó a una amistad muy cercana, de complicidad, de familia. Poner eso en la película fue una forma de darles confianza. De decir: “Aquí estamos todos poniendo el cuerpo por esta peli, no soy nada más como un vampiro que viene a chupar tu historia y me voy». Es un testimonio de que estamos todos en el mismo barco.

Un artefacto contra el odio
A: El documental se estrena en un momento en el que el debate sobre las identidades trans se ha convertido en una especie de “chivo expiatorio” de la ultraderecha, y la conversación es más violenta de lo que era cuando el debate comenzó a cobrar fuerza en los medios. ¿Cómo esperas que una historia tan personal y llena de cariño como la de Karla funcione como contrapeso frente a discursos de odio?
K: Es una situación loquísima, y la verdad es que hoy estamos peor que cuando empezamos la película.
En un mundo con crisis climáticas y políticas brutales, que el tema trans se vuelva el centro de la conversación, a partir del odio, me parece la estupidez más grande. La gente que dice esas cosas rara vez ha hablado con una persona trans. Mi esperanza es que la película sea un granito de arena, un pequeño contrapeso a esos discursos.
El documental muestra una realidad vivencial, no una ideología. Aporta una historia real y amorosa que confronta directamente esas falsedades, fomentando la conciencia de qué es tener una infancia trans. Queremos que la gente se pregunte: «Bueno, o sea, ¿de qué estamos hablando?»
A: México ha experimentado cambios legales en el reconocimiento de identidades trans, aunque también se han visto retrocesos. ¿Cómo sientes que Niñxs defiende esta trinchera de las infancias trans frente a los ataques y qué esperas que la película revele sobre la realidad de estas experiencias?
La trinchera de las infancias y adolescencias trans es donde más se está atacando porque son las personas más vulnerables. Hay muchos estudios que muestran que un alto porcentaje de personas trans saben que lo son desde edades muy tempranas. La película es un testimonio de esa realidad. Al mostrar la vida de Karla desde sus siete años, el documental confronta directamente la idea de que se «está diseminando un virus» o «aprovechando» de infancias desamparadas. En cambio, resalta la importancia de simplemente dejar ser a las personas lo que quieran para evitar sufrimientos y problemas como el suicidio adolescente.
Imaginarnos más allá de la muerte
A: Has mencionado que, si bien en las proyecciones públicas el ambiente ha sido súper amoroso y bonito, en redes sociales sí han recibido mensajes de odio. ¿Qué mensaje personal te gustaría dar a esas personas a quienes no les importa nada de esto o a quienes “tiran hate», para que vean en Niñxs algo más allá de sus prejuicios?
K: Mi esperanza es que la gente que tira odio o a quienes no les interesa puedan conectarse un poco con el amor con el que está hecha la película. Esta familia siempre ha puesto el amor, el cuidado y el cariño en el centro para sortear las dificultades de la vida, como tiene cualquier persona. Sé que suena «muy hippie», pero es la verdad.
Si logramos que vean ese amor y esa humanidad compartida, que va más allá de la identidad trans, quizás se pueda empezar a desarmar el odio. Las herramientas están ahí; el amor y la conexión humana son esenciales.
A: Por último, ¿cómo definirías tú mismo la película? ¿De qué trata para ti?
K: Para mí, Niñxs es como un reclamo narrativo para las personas trans.
Es un reclamo de que nosotros también podemos contar nuestras historias, que no necesitamos que otros las cuenten, y que podemos transformar las narrativas trans. Ya basta de hablar del sufrimiento; necesitamos un cambio de narrativas para poder imaginarnos más allá de la muerte.






