La población del ejido Nuevo Becal, en Campeche, entendió que necesitaba de la selva para sobrevivir. Diseñó planes de ordenamiento priorizando el cuidado de la selva y conjugando su vocación forestal y silvícola. En 2018 se convirtió en Área Destinada Voluntariamente a la Conservación y desde entonces ha resistido con autonomía el embate de megaproyectos y la ganadería y agricultura intensivas.
Fotografias: Lilia Balam
Calakmul, Campeche, México.- La población del ejido Nuevo Becal, ubicada al interior del municipio de Calakmul, en el sureño estado de Campeche, entendió que necesitaba de la selva para sobrevivir: ahora vive y se sostiene económicamente cuidándola. Pero el proceso no ha sido simple.
Las personas que fundaron el ejido en 1970 pretendían vivir de la milpa. Pronto notaron que las tierras no eran aptas para eso, pero que la selva estaba sana, por lo que decidieron dedicarse al aprovechamiento forestal. En la década de los ochenta, con el establecimiento de la empresa Caobas Mexicanas en Zoh Laguna, tramitaron un permiso para talar de manera legal.
Sin embargo, enfrentaron problemas para vender su producto: llegaron “coyotes”, es decir, intermediarios que metieron maquinaria y camiones para cortar los árboles y llevarse todas las ganancias. La comunidad decidió organizarse para generar ingresos para sus integrantes y rehabilitaron caminos, usaron sus propios transportes y poco a poco conservaron sus ganancias.
Entonces quisieron elaborar su propio programa de ordenamiento comunitario y lo hicieron, pero su documento rector no tenía validez porque no estaba respaldado por ninguna ley.
Alrededor de 2011, tras una década de investigaciones científicas, se identificó un dormidero (zona de reproducción y anidación) del zopilote rey, especie en peligro de extinción, en la selva de Nuevo Becal. Por ello, se declaró un área de quinientas hectáreas como santuario. Todos estos eventos motivaron a la población a plantear una estrategia de autonomía para poder manejar su territorio.
En 2015, personal de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), les invitó a convertirse en Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC). Esta modalidad de áreas naturales protegidas establecida en la Ley General de Equilibrio Ecológico, a diferencia de las Áreas Naturales Protegidas (ANP), es instaurada por decisión de la comunidad y requiere que esta proponga un plan de manejo.
Al principio la población tenía muchas dudas, pues no sabía qué era eso. “Pensamos que nos iban a quitar los permisos [para talar]. Ese era el temor. Preguntamos y nos dijeron que nos daría más valor, que lo único que iba a pasar era regularse más de lo que estábamos haciendo”, contó el comisario ejidal, Héctor Arias.
Hicieron análisis técnicos ambientales, sociales, productivos y económicos. A la par, rescataron los saberes del campesinado. Con toda esa información, elaboraron un plan de ordenamiento con el objetivo de proteger el macizo forestal de Nuevo Becal, manteniendo sus sistemas productivos de apicultura, agroforestería y milpa tradicional.

Inscribieron el plan en la CONANP, y en 2018 el ejido recibió su certificado y reconocimiento como ADVC, es decir, se convirtió en una unidad de gestión ambiental independiente de la planificación municipal.
“Nuevo Becal no solo obedece a la conservación de su biodiversidad: también a la conservación de prácticas sustentables en la producción de miel y en la agrícola, sobre todo de maíz criollo sin pesticidas ni quemas, y en el aprovechamiento forestal. Es una estrategia de autonomía y decisión en su territorio. Es una vacuna antiimposición de proyectos”, precisó José Zúñiga, director de la Reserva de la Biosfera de Calakmul.
Conservar la selva
El ejido de Nuevo Becal abarca más de cincuenta y dos mil ochocientas hectáreas. Quinientas de ellas son de la zona núcleo, destinada 100 % a la conservación. Es una de las reservas con la subcategoría de alta biodiversidad, por contener no solo el santuario del zopilote rey, sino las poblaciones más altas de tapir y pecarí de labios blancos. Esta es una especie única, importante por ser la comida favorita del jaguar y altamente sensible: desapareció rápidamente de los bosques colonizados en Tabasco, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo.
En Nuevo Becal hay tres Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA). Surgieron porque la selva se encuentra en buen estado de conservación: más de 80 % del ejido está forestado. Es en esas UMA donde se practica la cacería deportiva. Aproximadamente setenta cazadores visitan la zona anualmente.
“La cacería puede ser un mecanismo que guíe a las especies a la extinción, pero bien manejada, sin cazar especies en peligro de extinción, no debe ser problema. La apuesta es usarla como herramienta de conservación, que prevenga la entrada de la ganadería intensiva o monocultivos, porque transformar una selva a esos usos sería una pérdida para todos”, señaló Rafael Reyna-Hurtado, investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).
Aparentemente, el ejido es parte de un corredor biológico importante entre Calakmul y la Reserva de la Biósfera Sian Ka’an, aunque esto aún está por comprobarse, precisó Reyna-Hurtado. Para Lucio López, ingeniero ambiental de Nuevo Becal y representante de la empresa comunitaria social Conjunto Predial Agro Silvicultores, el hecho de que la cacería siga siendo una actividad fuerte en la comunidad es indicador de que la fauna se mantiene saludable.

Manejar la selva
Hace cincuenta años la selva de Nuevo Becal se talaba sin control. Ahora, con el plan de manejo, en quince mil hectáreas se realizan actividades de aprovechamiento forestal maderable de manera ordenada: se escogen los árboles (caoba, chicozapote, sak chakaj o resbalamono, chakaj rojo o palo mulato y chechén) y los extraen junto con los que los rodean, para garantizar la regeneración.
Actualmente 90 % de las seiscientas personas que habitan el lugar viven de las actividades forestales. Antes extraían de un área de quinientas hectáreas a un plazo de veinticinco años, pero en diciembre presentaron ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) un nuevo plan para aprovechar cuatrocientas hectáreas a cincuenta años.
A la par, hay diez mil hectáreas destinadas a las actividades de aprovechamiento forestal no maderables, como la milpa y la apicultura. Se encuentran mil apiarios, con alrededor de quince a veinte colmenas y cinco mil hectáreas son destinadas a la cacería cinegética.
Es en esa zona donde trabaja la Cooperativa Mujeres de Nuevo Becal, que desde 2020 elabora productos con el ramón, árbol propio del sureste de México y Centroamérica. Quince socias recolectan frutos, semillas y hojas de esos árboles, las lavan, secan y procesan para elaborar harina, té y sustituto para el café.
El trabajo de la cooperativa ha impactado más allá de las carteras de las socias. Han concientizado a los pobladores sobre el papel de las mujeres en la economía local y confrontado los estereotipos machistas alrededor de la labor de las mujeres, explicó Petronila López, la presidenta de la cooperativa.
“Ha sido una lucha incansable, hemos luchado mucho, hemos perdido mucho. A veces hay mucho machismo, ha pasado que algunas mujeres no pueden salir de la casa y deciden no participar. De alguna manera nosotras hemos salido de esa idea de que las mujeres solo son esposas y están dentro de la casa. Hasta yo sin marido me quedé, pero esto me sirvió porque salí de ese hierro”, expresó María del Carmen Coronel, integrante de la cooperativa.
Las otras veinticinco mil hectáreas de Nuevo Becal fueron repartidas entre los ochenta y cuatro ejidatarios con un contrato de usufructo, para realizar actividades de manejo forestal. Algunos se han organizado en empresas sociales comunitarias, como Conjunto Predial.

Empresarios y cambio climático: los enemigos
La población de Nuevo Becal está muy comprometida a conservar su selva, pero enfrenta varios obstáculos a nivel institucional. Las y los habitantes entrevistados por Ceiba admitieron sentir que las dependencias no confían en ellos y les ponen demasiadas trabas en la obtención de permisos para hacer sus actividades de manejo forestal.
Estas son el sustento económico de la comunidad y los retrasos en las autorizaciones pueden generar que la población, por necesidad, decida abandonar el esquema de ADVC y, a la larga, pierda la selva.
“Si la institución encargada de autorizar no confía en que las comunidades manejen sus recursos forestales y no hay alguna actividad económica productiva, existe un alto riesgo de que se pierda la selva maya. Han llegado empresarios que quieren invertir para agricultura, porque es muy codiciada la superficie. Estamos comprometidos con la conservación, pero las instituciones también tienen que dar la confianza”, sostuvo López.
Y es que justo como dijo el representante de Conjunto Predial, las tierras de Nuevo Becal son el anhelo de empresarios que han estado al acecho, esperando que los ejidatarios accedan a vender hectáreas. Hace doce años llegó una empresa de giro maderero, pero afortunadamente la población se negó a cederle tierras porque pretendía “acabar con toda la selva”.
Y hace apenas cuatro meses llegaron los menonitas (grupo religioso extranjero que se dedica a la agricultura extensiva), con las mismas intenciones. Los ejidatarios rechazaron cualquier trato con ellos, pues conocen los daños que ocasionaron en municipios aledaños, como Hopelchén.
Para blindarse, el ejido está promoviendo una reforma a su plan de manejo, de manera que quien desee ceder sus derechos sobre la tierra lo haga a personas o empresas que compartan la visión de la comunidad. Esto quiere decir que no se dediquen a la agricultura o ganadería intensivas, sino a cualquier actividad acorde a las labores de aprovechamiento forestal en pro de la conservación de la selva.
Lucio López ha atestiguado casos de ejidos que solicitaron convertirse en ADVC, pero les negaron la autorización. Al no tener más opciones, decidieron vender sus tierras a empresas ganaderas o de agricultura intensiva, perdiendo bosques, selvas y biodiversidad, así como todos los servicios ecosistémicos que brindaban. Por ello, precisó: “es necesario que el propio Estado promueva la silvicultura facilitando los procesos para que las comunidades puedan vivir de ella”.
Pero un enemigo silencioso que no previeron fue el cambio climático. En los últimos años, las altas temperaturas comenzaron a afectar a la fauna y a la vegetación. El comisario ejidal afirmó que han muerto animales por los calores. También las socias de la Cooperativa tuvieron problemas: hace dos años no pudieron recoger semillas de ramón porque la sequía, seguida por una temporada de lluvias fuertes, provocó que hubiera muy pocas.

Salvar otras selvas
Nuevo Becal no solamente ha destacado por su plan de ordenamiento, sino porque es uno de los pocos ejidos a nivel latinoamericano certificados en la cadena completa de FSC (Forest Stewardship Council), sistema que verifica la trazabilidad de los productos forestales desde el bosque hasta su consumidor final. A la par, el ejido está certificado en la conservación de servicios ambientales.
Es por ello que actualmente están buscando el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en el programa Hombre y Biosfera.
“Nuevo Becal cumple con los tres principios que establece una reserva de biosfera: la conservación, la investigación científica y educación ambiental, y el desarrollo sostenible”, indicó José Zúñiga, quien precisó que actualmente están armando el expediente, con la intención de exponerlo en la Convención de China en noviembre de 2025. Si se logra el registro, México contaría con la primera reserva administrada, planificada y cuidada por una comunidad.
Mientras tanto, el ejido es un ejemplo para las veinte ADVC de Calakmul y otras comunidades. A mediados de julio de este 2025, diecisiete ejidos de Felipe Carrillo Puerto, municipio del estado vecino de Quintana Roo, acudieron para replicar su modelo de autonomía, planeación y decisión en sus territorios.
Cualquier ejido puede ser una ADVC, pero debe ser decisión de la propia comunidad. No necesariamente debe tener selvas vírgenes e intactas, pues “no solo lo que está intocable es lo que vale la pena conservar”. Se les pide tener un plan de ordenamiento que especifique que destinarán el agua, suelo, flora y fauna a la conservación, pero no desde el punto de vista de no tocarlos, sino de manejarlos sustentablemente.
Aunque la población no planea que Nuevo Becal deje de ser una ADVC con vocación forestal, le preocupa la decisión que tomen las nuevas generaciones. Por ello, decidieron plantear un plan de manejo a cincuenta años y están tratando de involucrar a personas jóvenes en las actividades.
Todavía tienen muchos planes que alcanzar. Quieren crear su propia industria comunitaria para no vender la madera en rollo y darle valor agregado a su producto. La Cooperativa Mujeres de Nuevo Becal quiere establecer un punto de venta de sus productos y elaborar galletas y horchata de ramón.

Además, en los últimos años, cuatro empresas se han acercado con intenciones de negociar bonos de carbono, pero hasta ahora no han logrado un acuerdo en cuanto al porcentaje de utilidad que solicitan las compañías.
Ahora el ejido busca capacitarse y certificarse para ser desarrollador. Una empresa hotelera está costeando el estudio de línea base que requiere la comunidad. Dicho análisis servirá para determinar el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero que se generan sin un proyecto. Ya están trabajando con los ejidos Ley de Fomento y Kilómetro 120 para aprender cómo manejan sus programas de bonos de carbono e incursionar en ese mercado.
El sueño del ejido es que también otras comunidades cambien su vocación hacia la conservación de sus selvas.
“Conservar los ejidos grandes, fomentar todas las actividades, herramientas que ellos puedan tener para conservar el bosque en pie, eso es la pelea en la conservación. Cualquier actividad que mantenga el bosque en pie significa que vamos ganando. Porque si eso se detiene, vienen la ganadería o los cultivos de soya y tendríamos otro escenario”, apuntó el investigador Rafael Reyna-Hurtado.





