El Macizo Colombiano es uno de los territorios más importantes para Colombia y el mundo, es una región estratégica ambiental, social y geopolíticamente. Este texto intenta hacer un acercamiento a él para entender las dinámicas, tensiones, procesos sociales y conflictos que históricamente han ocurrido ahí.
Fotografías: Héctor Fernando Cortez
Macizo Colombiano, Colombia.− “Al territorio hay que caminarlo para conocerlo, conocerlo para quererlo y quererlo para cuidarlo”, dice en una de sus ideas rectoras el Proceso Campesino y Popular del Municipio de La Vega (PCPV). Procuraremos que este texto sea un recorrido por esta región desde diferentes aspectos, para así comprender su importancia para la vida, no solo de sus habitantes, sino también de Colombia y el mundo.
Oye, mi querida Carmen
Don Adiel Ledesma Tálaga, un campesino del municipio de La Sierra, Cauca, compuso la Marcha del Macizo en 1991, mientras participaba en una de las movilizaciones sociales más importantes en la historia de la región: la Movilización de Rosas, Cauca. Es una carta hecha canción. En ella escribe: “Oye, mi querida Carmen, mi pueblo sí que anda mal, por eso hoy está gritando que no aguanta más. Mira cómo se creció el Macizo Colombiano, por eso hoy están unidos los pueblos hermanos”. Don Adiel murió el 11 de noviembre de 2018, pero no lo hizo como los otros. No apareció en los periódicos nacionales ni su nombre fue mencionado en ninguna emisora, salvo en las pocas que trepan las montañas por donde él anduvo. No lo mataron, aunque haya dicho todas esas cosas por las que hermanos entrañables y valerosos tuvieron que ofrendar su vida.
Nadie en estas lomas sabe cuántas veces ha escuchado su canción, musicalizada después por los Fantasmas del Cerro, agrupación musical del corregimiento de Lerma, en el municipio de Bolívar, Cauca. Ninguno ha de saber tampoco cuándo fue la primera vez que la escuchó, ni en qué ocasión la entonó con más fuerza. Sin embargo, todos coincidimos en que en esas líneas encontramos asidero a nuestros reclamos y a nuestra querencia.

Mira cómo se creció el Macizo Colombiano
¿De quién habla don Adiel? ¿Cuál es ese pueblo? El Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES), en su documento 3915, define el Macizo Colombiano como una ecorregión que “se encuentra localizada sobre la cordillera de los Andes en el suroccidente del país y cubre una extensión de 4,8 millones de hectáreas. Está conformada por 89 municipios de 7 departamentos”, que son Cauca, Tolima, Valle del Cauca, Nariño, Huila, Putumayo y Caquetá.
Sin embargo, esta descripción corresponde a uno de los tres aspectos fundamentales, que podríamos llamar subregiones, identificados por Daniel Bruneslesch, antropólogo maciceño: Macizo geográfico; los otros dos son el Macizo bioecológico (que retoma elementos de la Amazonía y el Chocó Biopacífico, aunados al componente andino, por ser un puente que une la región amazónica con el Pacífico y a su vez con el Atlántico, característica importante para entender la geopolítica actual) y el Macizo cultural.En el centro de ese espacio se encuentra la Corona del Macizo, conformada por los municipios de San Sebastián, Almaguer, La Vega, Bolívar, Sucre, Sotará, Puracé, La Sierra, Rosas, Patía, Santa Rosa en el Cauca; San José de Isnos y San Agustín en el Huila. En la Corona del Macizo, exactamente en el municipio de San Sebastián, a la altura del corregimiento de Valencia, nacen los cinco ríos más importantes de Colombia: el río Cauca, el río Magdalena, el río Putumayo, el río Caquetá y el río Patía. Momento para decir, a modo de cuña, que es aquí donde nace el agua del 70 % de los acueductos del país.

Sumado a esto, según el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, el Macizo Colombiano “alberga siete de los treinta y seis complejos de páramo existentes en el país, con un área de 779 mil 084 hectáreas que equivalen al 16 % de la extensión de la ecorregión”, siendo el departamento del Cauca quien posee la mayor proporción de páramos en el Macizo con 80,6 %.
La magia de la vida permite que el Macizo pueda entrar en interrelación con otras regiones del país y del mundo. Por ejemplo, según lo explica Oscar Salazar, líder campesino y ambiental del municipio de La Vega, Cauca, casos como el del río Patía, con sus 410 km de longitud, resultan muy valiosos. Explica que este río es uno de los más importantes desde Alaska hasta la Patagonia, pues “más que un afluente, de este río se destaca que es un corredor vital que conecta el Pacífico, la Amazonía, los Andes y el Chocó biogeográfico. Su cuidado es esencial para la biodiversidad y para la vida misma en el planeta”.
Si allá no estoy, no se preocupen que yo ya me voy
En el año 2010, Noam Chomsky, reconocido filósofo y activista estadounidense, visitó La Vega por invitación del Proceso Campesino y Popular de La Vega. Estuvo específicamente en el corregimiento de Santa Rita. En una de sus montañas la organización nombró una microcuenca con el nombre de su esposa, Carol Chomsky, quien había fallecido dos años atrás. Después de esta visita, el lingüista escribió una carta dirigida al entonces presidente Juan Manuel Santos. En ella dice: “Estimado presidente Santos: Me dirijo a usted por una preocupación general, que comparto con muchos otros, sobre los planes de operaciones mineras a gran escala que, al parecer, suponen una grave amenaza para el delicado ecosistema del Macizo Colombiano. Pero escribo también por razones personales, que espero sean apropiadas para llamar su atención. Hace algunos años, mi esposa murió. Poco tiempo después, los habitantes de Santa Rita, en La Vega, departamento del Cauca, decidieron dedicar un bosque a su memoria, en la montaña que está ubicada en la parte alta de su pueblo (…) fue una de las experiencias más emocionantes de mi vida. (…) No necesito ahondar en la importancia de preservar estos valiosos recursos, no sólo para las comunidades locales, sino también fuera de sus fronteras”.

Sus preocupaciones son las de las comunidades de estos territorios. Por dar un ejemplo: solo el municipio de La Vega está amenazado por tres proyectos mineros: La Custodia con sus cinco mil hectáreas a cargo de la empresa Carbones de Los Andes S.A (Carboandes), Dominical con 26 mil hectáreas a cargo de la empresa China Zijin Mining Group Co. que adquirió 100 % de la empresa Continental Gold Limitada, y Piedra Sentada-La Concepción que hace parte de una serie de proyectos del Bloque Sur de la empresa Royal Road Minerals, que van desde el norte del Cauca hasta el sur de Nariño. Esto sin contar los proyectos hidroeléctricos al servicio de los montajes de la logística minera, los focos de minería ilegal que avanzan ante la mirada pasiva de las entidades territoriales y, por qué no decirlo, bajo su amparo y permisividad.
Así como en la Colonia, el Macizo Colombiano constituye entonces una región muy prometedora para la inversión extranjera bajo la justificación del desarrollo… del desarrollo neoliberal, lo que supone su destrucción. Sin embargo, como se puede intuir, una mirada más afinada invita a ubicar este fenómeno en un panorama más amplio. ¿Prometedora para quién? ¿Cuál es ese desarrollo?

¡Pasa el ayer, pasa el hoy!
De este territorio escribe y canta don Adiel: Pasan, pasan, pasan… / indios ruanudos y campesinos, / bajan el nudo por el camino. / Pasa La Vega, pasa Almaguer, / pasa La Sierra y San Miguel, / pasa El Rosal, San Sebastián, / Sucre, Bolívar y Santa Rosa. / Pasa el Patía y allá en la vía / lo está esperando el pueblo de Rosas. / Grita el Bellones, sopla el Barbillas, / el Cerro de Lerma con El Chorrillo. / Grita el San Pedro y el Guachicono / por la injusticia y el abandono. / Pasan, pasan, pasan… / Pasan, pasan, pasan. / Pasa mi gente, pasan toditos, / pasan cantando los pajaritos. / Pasa el ayer pasa el hoy (…).
Gonzalo Buenahora Durán cuenta en su libro Historia de la ciudad colonial de Almaguer que “la primera visión del Macizo Colombiano que tuvieron los europeos se produjo tal vez en 1535, cuando la hueste de Juan de Ampudia, que venía de Quito, pasó de largo por el Patía en busca de El Dorado”. Sin embargo, aclara más adelante que “es posible afirmar que la primera penetración europea se produjo tardíamente, después de la muerte de Sebastián de Belalcázar, cuando en 1551, por mandato de Francisco Briceño (…), una hueste al mando del conquistador Vasco de Guzmán, avanzó al norte de La Cruz y en una pizarra de 2 mil 300 metros de altura, prácticamente en medio del Macizo Colombiano, fundó una ciudad. Guzmán la habría nombrado ciudad César en honor de Francisco César.”
Un año más tarde, Alonso de Fuenmayor, quien reemplazó a Guzmán en su empresa, la rebautizó como Almaguer, haciendo referencia a Corral de Almaguer, lugar de nacimiento de Briceño. Almaguer tuvo gran importancia para la corona española. Tanto así que fue la única población de españoles entre Popayán y Quito que tenía el título de ciudad. Su actividad se centró en la explotación de minas. De esto habla Beatriz Nates en su investigación De lo bravo a lo manso, citando a Fray Gerónimo de Escobar: “De Almaguer (…) se sacará cada año de él más de 30 mil pesos de oro, porque es tierra rica”.
Quiero resaltar dos cosas importantes que, a mi juicio, permiten leer con una mirada en el pasado lo que ocurre en el presente. Por una parte, tenemos una región que históricamente se ha constituido como un corredor y punto de contacto entre regiones de un valor biológico-ecosistémico, cultural, social y geoestratégico, incalculable. Por otra parte, encontramos dinámicas alrededor del extractivismo y del aprovechamiento indiscriminado de recursos naturales que no son nuevas, y que constituyen una suerte de destino repetitivo en el que cambian los actores, conservando la naturaleza y la esencia de los conflictos, la violencia y el abandono de esta región.
Recuerdo ahora lo que escribe Galeano: “(…) ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. (…) Nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra y los alimentos se convierten en veneno”.

¡Pasan, pasan, pasan!
Dice el Proceso Campesino y Popular de La Vega, Cauca, que el agua es el mapa secreto de nuestra memoria. A mí me gusta pensar en eso, en que no es el oro y su violencia ni las heridas en la montaña quienes escriben nuestra historia como maciceños. Me gusta pensar en don Adiel, imaginarlo sentado a la orilla del río escribiéndole a su querida Carmen esa canción de rebeldía y esperanza, de amor y rabia, de alegría y promesa. Pienso en mí y en mis amigos, zambullidos en los ríos de nuestra juventud, chapaleando en esas aguas tan nuestras que pasan preocupadas al ver mi pueblo sufrir. Pienso en la historia del Macizo, en tantos hombres y mujeres que dan su vida por abrigar en su pecho su casa, sus sueños y su memoria maciza. Pienso en estos caminos por donde ha pasado la vida negándose a la muerte.

Grita el San Pedro y el Guachicono / por la injusticia y el abandono
La Real Academia de la Lengua Española define marchar como “irse o partir de un lugar”, dice que “Marcha” es una pieza musical y también es el “desplazamiento de personas para un fin determinado”. La Marcha del Macizo Colombiano es eso y más: es la música con la que los pueblos de estas montañas caminamos juntos. Alguna vez el grupo musical Ay Puh dijo en Mercaderes: “Venimos del corazón del Macizo, venimos desde el lugar donde el agua extiende su voz, somos sus ríos. Caminamos desde las altas cumbres, somos el viento del páramo que cae como lluvia de vida para refrescar la memoria de los tiempos. Somos quillas, hijos de Pemyx, somos negros, somos blancos, y también mestizos. Somos todo y nada a la vez, pero existimos a través de los sueños de los pueblos que viven y luchan para dejar una huella en este camino en la construcción de ser nosotros mismos”.

Esta región ha sufrido no solo los embates de las actividades extractivistas. También ha sido epicentro de las dinámicas de la violencia que Colombia ha sufrido por décadas: masacres, enfrentamientos entre actores armados, atentados, militarización del territorio, asesinato, amenazas y desaparición de líderes, pobreza extrema, narcotráfico, descomposición social, abandono estatal, servicios básicos insatisfechos y un largo etcétera.
Es como si la historia se repitiera una y otra vez, pero a diferencia de lo que dice Marx, que se repite primero como tragedia y luego como farsa, para nosotros pareciera que se repite tragedia tras tragedia como respuesta a nuestra riqueza.
Nos debe inquietar el alma entender dónde calzan esas piedras en nuestras realidades históricas, cómo están configurados los intereses plantados sobre el Macizo, nos debe movilizar el reto racional de comprender este territorio mágico, y para eso hay que caminarlo… caminar sus montañas, su historia, su gente, sus tristezas, sus sueños, lo que otros han dicho de él. Caminarlo para conocerlo, conocerlo para quererlo y quererlo para cuidarlo y defenderlo. Esa es una tarea de vida para la humanidad.