El 25N no es solo un recordatorio, es un territorio de lucha donde la memoria se hace acción. Honramos a las que precedieron esta lucha, convertimos la rabia en motor de cambio y construimos comunidad para defender la vida. Nuestro grito colectivo exige un futuro donde los cuerpos de las mujeres dejen de ser territorios de guerra.
Fotografías: Erika Lozano
Desde Nuestramérica, como cada 25 de noviembre volvemos a nombrar la violencia que atraviesa nuestros cuerpos, nuestras casas, nuestras calles, y reconocemos lo que hicimos para responder. Nombrar para no olvidar, nombrar para transmutar. También nombramos a quienes, aun en medio del dolor, han sostenido la esperanza. Este día es un recordatorio vivo de que no existen luchas feministas y antipatriarcales sin memoria, sin comunidad, sin esa terquedad que nos obliga a imaginar otros futuros.
El 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, no solo denuncia; también construye. Construye narrativas para afirmar que nuestros cuerpos no son territorio de guerra, que la rabia organizada es motor para la lucha, que cuidamos la voz de quien habla por primera vez, cuidamos la ausencia de quien ya no está. Compartimos la lucha por la autodeterminación de los cuerpos y las identidades trans.

En las voces de las madres, hermanas y amigas que buscan justicia, se revela una verdad que incomoda al poder: la memoria no es pasado, es apuesta por otro futuro más vivible. Lo que hemos aprendido de ellas es que la indignación puede volverse un ritual colectivo y que hay maneras múltiples de luchar por la vida.
Caminamos con lo aprendido de las hermanas Mirabal, las Abuelas de Plaza de Mayo, la Marea Verde, las madres, hermanas y amigas buscadoras de personas desaparecidas, las campesinas, las defensoras del territorio, las sindicalistas, las comuneras, las trabajadoras sexuales, las mujeres que luchan.
En Ceiba acompañamos desde la palabra. Este día es una invitación a escucharnos entre nosotras, a mirar de frente la violencia, pero también a reconocer los actos cotidianos de resistencia: el abrazo que sostiene, la palabra que consuela, la colectividad que nos recuerda que no estamos solas.
Hoy, 25 de noviembre, caminamos juntas no solo para exigir que nunca más una mujer sea violentada, desaparecida o asesinada. Caminamos para honrar a las que lucharon antes que nosotras y a las que, con su vida, nos enseñan que defender la vida es defender la posibilidad de otro mundo para las que vienen. Un mundo donde las mujeres podamos existir sin miedo. La memoria es también nuestro territorio de lucha.





