La resistencia indígena: clave para una segunda emancipación

por | Oct 12, 2025

Luego de la Independencia latinoamericana se creyó haber emancipado a la tierra de la dominación imperial. Sin embargo, hoy los hechos han demostrado que se depende de un sistema imperial mucho más fuerte, que amenaza con suprimir la esencia de nuestros pueblos originarios, esa que hemos romantizado, creyendo que apostar a su resistencia es salvarlos a ellos, sin entender que la resistencia indígena significa la salvación de todos.

Fotografías: Magno Yarake Barros

Amazonas, Venezuela.- “Mis ancestros viven en mis usos y costumbres” comenta el sabio Jattupa de la comunidad amazónica del Alto Carinagua, mientras sostiene en sus manos una bandera Wiphala, como muestra de amistad hacia los pueblos andinos, un 12 de octubre. Pero… ¿por cuánto tiempo más seguirán viviendo?

Han pasado 533 años y, aunque no lo parezca, esta tierra aún resiste. De esos 533, los últimos veinticinco han sido de revolución en Venezuela, esa que cambió la nefasta perspectiva del descubrimiento. Si antes hubo alguna confusión sobre este asunto, hoy ya nadie se siente descubierto, y cada vez más la sociedad venezolana mira (aunque con dificultad) hacia el pasado para entender el presente y construir el futuro.

Mucho se ha logrado en estos veinticinco años: reconocimiento de los pueblos originarios, de sus usos y costumbres, y sus múltiples derechos en la Constitución; la creación de la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas que establece los principios y bases para desarrollar esos derechos; las políticas públicas que, a partir de la legislación, atienden las demandas sociales, económicas, de la educación y la salud, entre otras no menos importantes.

Sin embargo, aún falta resistir el “neocoloniaje” cultural que se nos impone en forma de modernidad y fe religiosa, elementos demoledores por ser casi imperceptibles. Hoy buscamos nuestra independencia política, sobre la base de una revolución que se construye a diario. Independencia de los vestigios que dejó la Corona española y del imperialismo capitalista estadounidense que impone un sistema global.

“Mis ancestros viven en mis usos y costumbres”, comenta el sabio. Si no aceleramos el paso hacia una segunda emancipación, en cien años no tendremos sabios como Jattupa en nuestra Amazonía venezolana. Los que vemos hoy serían recuerdos que quedarían en algún registro, libros, fotografías y en uno que otro documental. Será así si no encontramos la clave para que las cosas cambien de rumbo.


Modernidad neocolonial y resistencia ancestral

En el año 1978, el cineasta venezolano Carlos Azpúrua se adentró en la selva del otrora Territorio Federal Amazonas para conocer al sabio yekuana Barné Yabarí. De ese encuentro nos dejó un importante registro cinematográfico en formato documental: Yo hablo a Caracas. El sabio denunciaba, frente a la sociedad venezolana de la época, la invasión cultural por parte de las misiones evangélicas estadounidenses denominadas Nuevas Tribus. A lo largo de muchos años, esta misión impuso su evangelio en detrimento de la cosmovisión, usos y costumbres de los pueblos originarios. Se aceleró el proceso de aculturación iniciado en los años de la Conquista con la Iglesia católica. La diferencia está en que, con el tiempo, la Iglesia modificó su método evangelizador, reduciendo la violencia, mientras que la misión norteamericana forzó a través del miedo y la coerción.

Fueron tiempos de debates intensos en el Congreso Nacional de la República, donde se discutían derechos como la libertad de culto, la libertad de opinión, la autodeterminación. Las organizaciones religiosas defendían estos principios, pero desde el argumento de que cada indígena podía escoger la fe que quisiera para convertirse en “ciudadanos normales, ciudadanos completos”, como lo dijo el Consejo Evangélico de Venezuela en otro documental del cineasta Azpúrua, Amazonas, el negocio de este mundo, de 1986.

Mujer huottöja comercializa su producción en el mercado indígena.

En el año 2005, el 12 de octubre, las misiones evangelizadoras norteamericanas fueron expulsadas de Venezuela. Ya contábamos con una Constitución y leyes especiales que protegen los derechos de los pueblos indígenas. Sin embargo, luego de cuarenta años con presencia activa en el territorio, después de su salida las misiones dejaron un esquema de necesidad y dependencia, así como cambios en la visión tradicional-ancestral de la vida.

Carlos Azpúrua, en una entrevista en Pueblos indígenas de Venezuela: pueblos de Amazonas, hizo referencia a lo difícil de esta situación: “una vez que se genera la necesidad de lo que ellos [los evangelizadores] llevaban, de su asistencia médica, posibilidades de transporte, logística, uso de energía, etcétera, ya no hay manera de volver atrás. Eran un Estado dentro de un Estado. Era necesario cortar con ese proceso de destrucción de la cultura, pero es muy difícil suplir el servicio que daban las misiones”. Se configuró así un nuevo desafío.

Después de la retirada de las misiones extranjeras, era de esperarse que permanecieran capacidades instaladas. Pero fue así no solo en el territorio con sus infraestructuras y equipos logísticos, sino también en la mente de muchos líderes, de distintas comunidades indígenas, convertidos al cristianismo. Empezaba una nueva etapa de complejidad para asumir la lucha por la liberación. En la actualidad las Iglesias cristianas evangélicas crecen en el estado Amazonas, incluso con mayor rapidez que la Iglesia cristiana católica. Sus establecimientos religiosos están ubicados en distintas comunidades indígenas, dirigidas por líderes religiosos (pastores) de esos mismos pueblos.

En el sector de Alto Carinagua, parroquia Platanillal de Puerto Ayacucho, estado Amazonas, residen en su mayoría pobladores y pobladoras del pueblo Huottöja. Gran parte de la población ha abandonado, de forma progresiva, sus costumbres ancestrales para asumir las del mundo Occidental. A la usanza de los antiguos colonizadores europeos, las Iglesias cristiana evangélicas, a través de sus líderes, niegan las costumbres y prácticas espirituales tradicionales porque “son cosa del demonio”.

En contraposición, en esa misma localidad viven varias familias descendientes de un conocido sabio o chamán, conocido con el nombre Occidental de José Antonio Bolívar. Después de su partida de este plano físico en el año 2016, dos de sus hijos, Rufino Ponare y Juan Bolívar, mantienen viva la idiosincrasia propia, viviendo como lo hacían sus antepasados. A pesar del uso de herramientas de trabajo, vestido y tecnología Occidental, aún sus viviendas, su alimentación, sus relaciones familiares y, sobre todo, sus prácticas espirituales se corresponden con las propias de este pueblo.

Hombre huottöja comparte el tabaco en una conversación.

Rufino Ponare es el nombre Occidental del chamán, su nombre tradicional es Jattupa. Recibió de su padre el legado espiritual de proteger las tierras que bordean el río Carinagua. A través de las medicinas de carácter sagrado que le provee la selva, como el tabaco y el yopo, sana el cuerpo de la tierra y de la gente en ceremonias especiales. Jattupa sostiene que sus ancestros habían visionado, a través de la medicina, que en un futuro (la actualidad) su pueblo comenzaría a mezclarse con el “sabarari”, es decir, personas no indígenas.

La comunidad ha dado apertura a personas sabarari, quienes pueden acceder a la medicina ancestral que antes estaba reservada a los hombres huottöja. De tal modo y paradójicamente, la apertura ha permitido en gran parte que esta costumbre se sostenga en el tiempo en esta comunidad, a diferencia de otras en donde ha desaparecido por la influencia religiosa, incluso, donde hijos conversos han prohibido a sus padres seguir la tradición.

He aquí, entonces, la ironía suprema de la resistencia de este siglo. Para salvarnos, la sabiduría ancestral debe, en cierta medida, ser compartida. El conocimiento, esa sabiduría que por su sacralidad antes era una reserva, ahora encuentra su vigencia en la capacidad de dialogar con un mundo que lo amenaza. Pero esto no es una rendición, sino una estrategia de resiliencia radical que permite dar resonancia a las voces milenarias en el presente.

Es por eso, que el caso del chamán de Alto Carinagua y su familia se ha convertido en un foco de resistencia cultural ante la amenaza neocolonial impuesta a través de la modernidad en la Amazonía venezolana.


Elección: la mina que devora o la selva que purifica

Francisco Sanguinetti es descendiente del pueblo Curripaco y aprendiz de la cultura huottöja. Se define como caminante de la medicina ancestral. Nos comenta que el sistema educativo, político, social y cultural Occidental nos rige. Nuestra sociedad se encuentra en decadencia, la concepción de la ritualidad está banalizada y las nuevas generaciones de los pueblos indígenas la miran como arcaica o anticuada.

Se mira a la modernidad Occidental como mejor opción frente a la tradición indígena, en la mayoría de los casos “asumiendo cosas negativas”. Una de ellas, la minería. Se ha confundido, como dijera el escritor Eduardo Galeano en su artículo “El derecho de soñar”, “nivel de vida con nivel de consumo”. Las formas modernas de cultura, dirigidas por el imperialismo estadounidense, han creado “necesidades innecesarias”. Una solución rápida para su satisfacción está en la minería.

Sin embargo, Sanguinetti explica, sobre la base de su experiencia, que pocas personas realmente han logrado sacar un verdadero provecho económico de la minería. Por el contrario, en su mayoría han caído o profundizado en la miseria. En la tradición ancestral está la explicación a esta situación: “los antiguos veían los minerales como parte de la naturaleza. El abuelo [Jattupa] explica que cuando tú liberas un mineral de su espacio natural libera enfermedades. Ellos hablan del dengue, la malaria y también de una gran cantidad de desgracia y miseria… por lo que para ellos es muy delicado la extracción de minerales”.

Chaman jattupa y su hijo mayor.

Vemos enorme relación entre esta explicación y la situación actual. Las personas que viven en esos espacios mineros están en medio de corrupción, contaminación, enfermedades y muerte. Allí se han establecido iglesias para “salvar almas del pecado”, pero niegan que la minería sea fuente de las tentaciones que llevan al pecado mientras se sustentan con este modo de producción. Por el contrario, “la experiencia tradicional enseña que no han necesitado de la extracción de minerales para poder subsistir, su modo de vida es un equilibrio interesante” comenta Francisco Sanguinetti.

Este aprendiz considera que el liderazgo del Chaman, no solo es un ejemplo de la resistencia cultural, sino que también es la posibilidad o la respuesta a la decadencia de la sociedad Occidental que tiene como base el consumo desmedido. “El pueblo Huottöja tiene como concepción de que somos parte de la naturaleza y no dueños de ella” mientras que en la sociedad occidental “ignoramos el contexto de reciprocidad entre la naturaleza y el ser humano.”

Mucho se ha debatido desde los espacios académicos de Amazonas en relación con el avance de la modernidad y cómo esto afecta o beneficia a los pueblos y comunidades indígenas. Lo que sí es cierto es que la modernidad seguirá presente, el asunto es cómo abordarla para que en vez de ser una herramienta para el “neocoloniaje”, se convierta en una para la continuidad de las tradiciones y la liberación de los pueblos. El filósofo nuestrolatinoamericano Enrique Dussel, refiriéndose al diseño de una filosofía indígena, sostenía que esta sabiduría nacida del mito como fuente de sentido de la vida puede darnos la clave al decir “no se trata de volver, se trata de recuperar las expresiones más profundas que nos ayuden al mundo contemporáneo (eurocéntrico)… nos permiten corregir la visión de la realidad… con su respeto a la naturaleza crea condiciones éticas para actuar… entonces viene la segunda emancipación”.

Frente a la posibilidad de un punto de no retorno que ha generado el sistema global referente a la extinción de la vida en la tierra, tal vez esa segunda emancipación de la que habla Dussel no es solo una respuesta a la cuestión filosófica, sino una ceremonia para la vida. Es el humo del tabaco, la maraca y el canto de Jattupa protegiendo el río Carinagua, es una elección diaria entre la mina que devora y la selva que purifica. En esa resistencia silenciosa, no solo se juega el futuro de los pueblos originarios, sino el mapa de ruta para toda una humanidad perdida en su propio consumo.

Sabarari juega al fútbol con niños huottöja.

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