Así se “gravó” el futuro de Latinoamérica

por | Oct 5, 2025

El sistema arancelario en América Latina se encuentra, actualmente, sujeto a la voluntad de un presidente que constantemente arroja insultos en contra de casi todos los países que conforman la región. Frente a ello, el único futuro posible es una alianza comercial entre los países que históricamente han sido tratados como Zonas de Sacrificio para sostener el estilo de vida del Norte Global.

Fotografías: Ariadna A. Mogollón, Jorge Vilalta y Heriberto Paredes

Ciudad de México.– Cuando Donald Trump regresó a la Casa Blanca para su segundo mandato, pocos dudaron de que intentaría reactivar su estilo de política comercial: confrontativo, cargado de imposiciones y con los aranceles como arma predilecta. Muy pronto, las promesas se convirtieron en medidas concretas. México, principal socio comercial de Estados Unidos, se vio sometido a gravámenes casi generalizados sobre sus exportaciones. Venezuela, en cambio, padeció otro tipo de presión: sanciones arancelarias indirectas que formaban parte de la estrategia de aislamiento económico en contra del gobierno de Nicolás Maduro.

A primera vista, los dos países no podrían ser más distintos: México, sujeto al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), con un comercio exterior dominado por su vecino del norte; y Venezuela, con una industria petrolera en declive y cercada por sanciones internacionales desde 2014, aunque en 2019 se cerraron cuentas venezolanas en bancos internacionales, y después de que Estados Unidos aprobara la Ley de emergencia, transfirió el control de empresas venezolanas en el extranjero al opositor Juan Guaidó, y emitió la orden de bloquear activos del gobierno y de PDVSA en Estados Unidos. Sin embargo, ambos se encontraron en la misma ecuación geopolítica de Trump: socios incómodos, vulnerables a la coerción económica (institucionalizada o no).

“Lo que hay que entender –me dice Samuel Rosado-Zaidi, académico e investigador de la Facultad de Economía Política de la UNAM– es que estos aranceles no son una simple medida técnica. Son un mensaje político. Y México y Venezuela, aunque en situaciones muy diferentes, lo recibieron con la misma claridad: Estados Unidos está dispuesto a usar el comercio como un instrumento de presión”.Rosado-Zaidi habla con la calma de quien ha seguido de cerca los vaivenes del comercio internacional y, al mismo tiempo, las luchas sociales que resisten sus consecuencias. No es casualidad que, además de dar clases sobre economía política, participe activamente en procesos de denuncia internacional: fue parte del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), un espacio de justicia ética que desde 1979 ha documentado violaciones a derechos humanos en el mundo. También se le ha visto en las orillas del Río Atoyac, en Tlaxcala y Puebla, acompañando comunidades que demandan el saneamiento de un afluente envenenado por la industria, o bien como consultor independiente de otros mecanismos de regulación internacional.

Centro de envío de remesas, Chacao, Caracas, Venezuela, octubre 2025. Foto: Jorge Vilalta

Su mirada, por tanto, no se limita a las cifras. Cuando le menciono que en 2024 México exportó más de 505 mil millones de dólares hacia Estados Unidos –casi el 80 % de su comercio exterior–, responde con un gesto breve: “Sí, es impresionante, pero también es una enorme dependencia. Significa que cualquier cambio en Washington, por mínimo que sea, repercute en la vida diaria de millones de mexicanos”.

Mercado mexicano, uno de los pilares de la economía nacional, en abril de 2023. Foto: Heriberto Paredes

Venezuela, dice, ofrece un contraste que ayuda a entender la dimensión de esa vulnerabilidad: “A ellos se les bloquea directamente el mercado. Se les niega la posibilidad de comerciar petróleo libremente. Pero al mismo tiempo, Estados Unidos sigue consumiendo ese petróleo, solo que disfrazado a través de triangulaciones y empresas intermediarias. En ambos casos, la dependencia se convierte en un mecanismo de control”.


¿Qué son los aranceles y cómo funcionan?


−A grandes rasgos, los aranceles son impuestos −contesta Rosado Zaidi−. No cualquier impuesto, sino uno que recae sobre bienes del exterior al momento de cruzar la frontera. En México estamos acostumbrados a ver otros gravámenes como el impuesto al valor agregado (IVA), que suele venir incluido en el precio de los productos. Con el arancel es distinto: se suma al valor de un bien cuando éste entra a un país. Así, si importamos autos, computadoras o chicles, el precio final aumenta porque el Estado cobra un porcentaje adicional.

−Es decir, es una manera de gravar a las empresas extranjeras.

−Así es. Históricamente, los aranceles se han usado para proteger sectores estratégicos o incentivar la producción local. El problema con la política de Trump es que, en vez de aplicarse selectivamente, se impone de manera generalizada, ocasionando un choque en toda la economía.


El caso de México: un golpe al corazón manufacturero


El 4 de marzo de 2025, Trump anunció un arancel del 25 % a todas las importaciones mexicanas, violando los términos del T-MEC. La Casa Blanca justificó la medida como respuesta al “desequilibrio comercial crónico” y para presionar por mayores controles migratorios.

Las consecuencias fueron inmediatas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que el producto interno bruto (PIB) mexicano podría caer entre 0.3 % y 1 % en 2025, aunque algunos analistas advierten contracciones de hasta 4 % si la política se prolonga. Sectores como el automotriz y el de tecnologías de información –dependientes del acceso libre al mercado estadounidense– fueron los más afectados.

A esto se suma un freno en los proyectos de nearshoring (la estrategia empresarial de trasladar procesos productivos o servicios a países cercanos para reducir costos, tiempos de entrega, usualmente a costo de los derechos laborales de quienes habitan esas localidades): relocalización de cadenas productivas que, hasta antes de los aranceles, beneficiaban a México como plataforma manufacturera.

El comercio de calle, otro de los grandes rubros de la economía mexicana, en abril de 2023. Foto: Heriberto Paredes


El caso de Venezuela: sanciones indirectas, efectos directos


En marzo de 2025, Trump firmó la Orden Ejecutiva 14245, que impone un arancel del 25 % a cualquier país que importe petróleo o gas venezolano. Aunque Venezuela ya estaba sancionada desde 2014, esta nueva estrategia buscó aislarla aún más mediante sanciones secundarias, afectando a terceros como China e India, principales compradores de su crudo.

La respuesta del Gobierno de Maduro fue declarar un estado de emergencia económica y denunciar la medida como “agresión extraterritorial”. Las exportaciones petroleras, que mostraban una leve recuperación gracias a licencias especiales otorgadas a Chevron desde 2022, volvieron a desplomarse. Con la nueva ola de sanciones, Chevron suspendió operaciones y otros actores se retiraron, reduciendo drásticamente las expectativas de crecimiento del PIB venezolano.

“En el caso venezolano no solo hablamos de un choque de precios, como con los aranceles, sino de un embargo de facto. Es decir, un bloqueo de cantidades: no importa a qué precio quieras vender tu petróleo, simplemente no cruza fronteras hacia Estados Unidos”, explica Rosado-Zaidi.


¿Estamos ante una reconfiguración de las cadenas de suministro?


−Lo que vemos −responde Rosado-Zaidi− es un reajuste global. Estados Unidos decide qué será barato y qué caro, según convenga a su aparato productivo. El problema es que al gravar aluminio, acero y autopartes mexicanas, no solo se encarece el producto final: se encarece toda la cadena productiva.

−¿Esto significa que veremos deslocalización de empresas?

−Todavía es temprano para saberlo. Lo que sí es evidente es que se están reactivando industrias altamente contaminantes, como las plantas de carbón en Estados Unidos, para compensar los sobreprecios. Esto tendrá impactos ambientales inmediatos, mientras que en México se pone en riesgo todo el modelo de nearshoring.

Gasolinera PDVSA, Chuao, Caracas, Venezuela, octubre de 2025. Foto: Ariadna A. Mogollón


El paralelismo entre México y Venezuela


Aunque distintos en su relación con Estados Unidos, México y Venezuela comparten una condición: son países de extracción. “En Venezuela, Petróleos de Venezuela (PDVSA) fue por décadas la principal proveedora de petróleo para Estados Unidos. En México, Petróleos Mexicanos (Pemex) destina la mayoría de su producción al mercado externo. En ambos casos, la dependencia energética los hace vulnerables”, señala Rosado-Zaidi.

El académico recuerda que mientras México malbarata su fuerza de trabajo para atraer inversión –“durante el sexenio de Peña Nieto se presumía que los salarios eran 25 % más bajos que en China”– Venezuela se mantiene atrapada en la lógica de embargo y sanciones.

“Ambos son países que no producen microchips ni tecnología cuántica. Somos proveedores de materias primas. En un mundo que está fabricando inteligencia artificial, México y Venezuela siguen atrapados en el extractivismo”.


Colonialismo económico


−¿Cómo llegamos a este punto en que Estados Unidos pone las reglas?

−Esto data de la Colonia −responde Rosado-Zaidi−. Las teorías de la dependencia, desarrolladas en Chile, Brasil y México, explican que las colonias fueron estructuradas para exportar recursos baratos y sostener la Revolución Industrial europea. Esa lógica sigue vigente: hoy los salarios bajos sustituyen al sistema colonial.

Según Rosado-Zaidi, la negativa de Estados Unidos a aceptar una moneda internacional tras la Segunda Guerra Mundial –como proponía Keynes– consolidó el dólar como referencia. “Eso permitió financiar consumo interno y mantener tasas bajas. Los países del sur, en cambio, dependemos de exportar barato y recibir dólares caros. Esa es la raíz de nuestra fragilidad”.


¿Ejército industrial de reserva global?


−¿Estamos fabricando un ejército industrial de reserva, pero ahora a escala planetaria?

−Exactamente. Pensemos en los once a trece millones de migrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos. Si todos regresaran, ¿qué empleo habría para ellos en México? Ese excedente laboral sostiene salarios bajos en ambos países. Es un ejército industrial de reserva global.

Sin embargo, Rosado-Zaidi no descarta que alternativas sean posibles. “Existen ensayos como el euro, pero en América Latina primero necesitamos integración. No se trata solo de copiar la lógica de acumulación de capital del norte, sino de construir mercados internos sólidos. Hoy dependemos de exportar a Estados Unidos o Europa, cuando podríamos comerciar más entre países del sur”.

A pesar de ello, Samuel reconoce el obstáculo político: “El fascismo en la región –con Milei en Argentina, Bukele en El Salvador o Noboa en Ecuador– funciona como mecanismo para impedir alianzas latinoamericanas. Lo ha hecho Estados Unidos desde siempre: fragmentar al Sur Global para evitar bloques autónomos”.


Epílogo posible


El futuro de América Latina, concluye Rosado-Zaidi, no se define en las fronteras aduaneras, sino en la forma en que la región logre tejer alianzas internas. “Los aranceles de Trump son solo la expresión más reciente de una estructura de dependencia histórica. Mientras nuestros países sigan siendo Zonas de Sacrificio para sostener el estilo de vida del norte, el destino seguirá gravado –en todos los sentidos de la palabra– por decisiones externas”.

En última instancia, la historia reciente de México y Venezuela bajo la mirada de Trump no es solo un relato sobre números, porcentajes o sanciones: es un recordatorio de que la vulnerabilidad estructural e institucional define las posibilidades de desarrollo de nuestros países. Mientras las cadenas de suministro, los aranceles y las sanciones dicten el rumbo económico, la verdadera autonomía seguirá siendo un horizonte lejano. La alternativa, como apunta Rosado-Zaidi, no reside en esperar que cambien las reglas desde Washington o que respeten las que ellos imponen, sino en que América Latina construya sus propios mercados, fortalezca la integración regional y transforme la dependencia en colaboración estratégica. Solo así dejará de ser un tablero en el que otros mueven las piezas y podrá escribir su propio juego.

Supermercado en Caracas, Venezuela, octubre de 2025. Foto: Jorge Vilalta

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