La lucha de los pueblos mayas para salvar a las abejas

por | Sep 2, 2025 | Territorios

En los últimos diecisiete años se han reportado al menos doce muertes masivas de abejas en la Península de Yucatán, con pérdidas superiores a los 20 millones de pesos mexicanos. La mayoría de los incidentes se relacionan con el uso de agrotóxicos y la deforestación. Sin embargo, contra la omisión del Estado y la voracidad de la agroindustria, apicultoras y apicultores mayas se organizan para proteger a los insectos que son clave por sus servicios ecosistémicos.

Texto: Lilia Balam

Fotografías: Cortesía de Marco Cupul, Erika Lozano y Lilia Balam

Yucatán, México.− Era marzo del 2024. Los apicultores y apicultoras del Dzonot Carretero, comunidad de menos de 3 mil habitantes, perteneciente al municipio de Tizimín, al poniente de Yucatán, estaban contentos: pronto iniciaría la época de floración en el monte y con ello se dispararía la producción de miel. Pero también observaron que las hojas se estaban cayendo. Eso preocupó a Marco Cupul, apicultor de toda la vida. Decidió ir a su apiario, donde comprobó el horror: todas sus cajas estaban vacías. Miró el suelo y estaba cubierto de cadáveres de abejas. Pronto supo que sus colegas de la zona, de localidades como Chen Kekén, San Pedro Juárez, San Luis Tzuctuk, Santa Clara y Chan Cenote, estaban viviendo la misma pesadilla: todos los apiarios de la zona habían sido arrasados.

Lo peor es que no era la primera vez. Marco ya había atestiguado otras 3 muertes masivas de abejas en su pueblo. En esta ocasión pudo observar las señales: notó que la mayoría de las abejas murieron con la lengua expuesta, y sus colegas del Rancho Canarias, de la localidad Chan Cenote, indicaron que las pocas abejas que quedaban estaban desorientadas. Todos estos eran símbolos inequívocos de una fumigación con agrotóxicos.

Siguiendo los pasos del protocolo que crearon sus colegas con apoyo de especialistas para analizar estos casos, Marco tomó muestras y las envió a un laboratorio de Nuevo León. Los estudios lo confirmaron: el responsable fue el insecticida fipronil, aparentemente empleado por la empresa Enerall. Aunque la pérdida económica estimada fue de más de 4 millones de pesos, lo que más le dolió a Marco fue ver el desánimo entre sus vecinos, conocidos y familiares por perder el trabajo de cuidado y crianza de alrededor de 536 colmenas.

Pero no se quedaron de brazos cruzados. De hecho, son pocas las personas apicultoras de la Península que han permanecido indiferentes ante el flagelo que pone en jaque no solo a la producción, sino al equilibrio ecológico y a la soberanía alimentaria de la población del sureste mexicano: la muerte masiva de abejas.

La causa de la muerte masiva de abejas en Tizimín, detectada en marzo de 2024, fue el fipronil. Fotografía: Marco Cupul.

Sin abejas no hay selva y sin selva no hay producción

De acuerdo con los datos de la Alianza Maya por las Abejas “Kaabnalo’on”, el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes y del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), en los últimos diecisiete años se han registrado al menos doce muertes masivas de abejas en la Península, con pérdidas superiores a los 20 millones de pesos mexicanos.

TABLA

La principal causa de muerte masiva de abejas es el uso de agrotóxicos, explicó el etólogo especialista en biología de poblaciones del Ecosur, Rémy Vandame. De los trece casos identificados por Ceiba, cuatro fueron estudiados por Ecosur y en todos ellos la causa de la muerte fueron los insecticidas fipronil e imidacloprid.

Ambos productos siguen siendo legales en México, pese a que en otros países están restringidos por sus impactos a la salud y al medioambiente. A la par, las fumigaciones se realizan por vía aérea y con drones, a pesar de que dichas modalidades se encuentran reguladas y requieren autorizaciones previas.

Otro factor que ha incidido de manera importante en esta problemática es la deforestación. De acuerdo con datos del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), la Península de Yucatán perdió 285 mil 580 hectáreas de selva, de 2019 a 2023. Conforme se deforesta, las abejas pierden sitios de anidación y alimentos. Esto también se traduce en la pérdida de producción de miel. “No hay producción si no hay selva”, sentenció Vandame.

El tercer factor que está asesinando a estos insectos es el cambio climático. El año pasado en la Península se registraron altas temperaturas durante periodos prolongados de tiempo. Aunque no hay aún datos específicos, lo cierto es que un grupo importante de personas dedicadas a la apicultura en la Península reportaron cifras de mortalidad de las colmenas en ese período. Además, se espera que la frecuencia de los ciclones sea más elevada, lo cual incidiría en la destrucción de los apiarios y afectaciones a la floración, explicó el especialista de Ecosur.

La principal causa de muerte masiva de abejas es el uso de agrotóxicos. Foto: Alianza Maya por las Abejas.

Daños en todos los frentes

Las consecuencias de las muertes masivas de abejas son difíciles de cuantificar, pero especialistas coinciden en que trascienden lo económico, pues estos insectos tienen una fuerte importancia ecológica, económica y cultural.

De acuerdo con el etólogo Vandame, documentos que datan de hace mil años registran el manejo de la especie Melipona beecheii o Xunan kaab, lo cual confirma que el insecto es parte de la cosmovisión de la población maya desde hace mucho tiempo.

Se estima que en la región peninsular vive el 10 % de las especies que están presentes en el país, el equivalente a 220. Todas polinizan, es decir, llevan polen de una flor macho a una hembra, con lo cual permiten la reproducción de las plantas.

Aproximadamente, 90 % de la producción de sandía, 90 % de la de calabaza y 25 % de la de chile dependen de la polinización por abejas. Tan solo en 2023 Ecosur calculó que la producción generada por la polinización de abejas equivalía a 2 mil 241 millones de pesos. Además, de acuerdo con Vandame, todas las especies son importantes, ya que algunas plantas solamente son polinizadas por ciertas especies específicas de abejas.

Desafortunadamente, ya se comienza a observar el impacto de las muertes masivas de abejas en la Península. Indica Vandame que la producción de miel ha bajado prácticamente la mitad a diferencia de hace treinta o cuarenta años. Este dato es importante si se considera que en la Península alrededor de 20 mil familias viven de la apicultura.

“Hay muchas abejas que están muriendo y también hay reportes de la producción que no rinde o de que el volumen de producción que se espera no se alcanza. A la gente apicultora se le muere la colmena, pero el productor agrícola no pierde, puede que logre su cosecha. Quienes perdemos somos nosotras que estamos cuidando a las abejitas”, precisó Leydy Pech, meliponicultora e integrante del Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes y de Kaabnalo’on.

A la par, las personas productoras del Dzonot Carretero observan cómo cada año disminuye la producción de calabaza, leguminosas y cítricos, mientras lidian con las pérdidas económicas que implican las muertes masivas por fumigación, como la contaminación de los equipos de trabajo.

Las abejas tienen una fuerte importancia ecológica, económica y cultural. Foto: Erika Lozano.

Apicultoras y apicultores en pie de lucha

En mayo de 2023, se reportaron millones de abejas muertas en las comunidades Crucero Oxá y Suc-tuc, de Campeche. Fue entonces cuando habitantes de Hopelchén presentaron una demanda de amparo contra la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), así como la Secretaría de Medio Ambiente, Biodiversidad, Cambio Climático y Energía de Campeche, y el Ayuntamiento de Hopelchén, por sus omisiones para establecer mecanismos de prevención de esos incidentes.

En dicha demanda exigieron el reconocimiento de la importancia ecosistémica de las abejas y solicitaron que fueran declaradas sujetos de derechos; es decir, que se les otorgara un estatus legal que reconociera sus derechos, los cuales deben ser protegidos y respetados. El objetivo era sentar un precedente en la protección de especies animales en México y alcanzar los avances logrados en países como Colombia, Argentina y Nueva Zelanda, donde ya se reconoce la personalidad jurídica de ciertos ecosistemas, con el fin de evitar actos de autoridad o actividades que puedan degradarlos.

En noviembre de 2024, el Juzgado Cuarto de Distrito del Centro Auxiliar de la Quinta Región, con sede en Culiacán, Sinaloa, emitió sentencia. Si bien no reconoció a las abejas como sujetos de derechos, sí señaló que una crisis ambiental les está afectando y dos de las principales causas de las muertes masivas son la deforestación y el uso de agrotóxicos.

También reconoció el valor ecosistémico de estos insectos: más allá de ser una fuente importante de ingresos para la apicultura, son clave en la prevalencia de los ecosistemas.

Por ello, en la sentencia se ordena a todas las instancias demandadas realizar las acciones necesarias para evitar las muertes masivas de abejas. Sin embargo, en enero de este año, la Semarnat impugnó la sentencia. El caso pasó a un Tribunal Colegiado de Circuito, que determinará ratificar, revocar o modificar la sentencia. Esto ha generado descontento e inquietud entre las y los productores de Hopelchén, quienes aprovecharon una reunión convocada por la Semarnat en junio para manifestar su inconformidad, ya que el objetivo del amparo era buscar un canal de diálogo verificado por el Poder Judicial para establecer medidas de mitigación y restauración eficaces.

En la junta, la dependencia prometió establecer las medidas necesarias para erradicar la muerte masiva de abejas. Posteriormente, la secretaria del Medio Ambiente, Alicia Bárcena, en entrevista con un medio de comunicación nacional, aseguró que buscaría prohibir el uso de 35 agrotóxicos, aunque no especificó cuáles. También se comprometió a modificar las disposiciones para restringir las fumigaciones aéreas.

La expectativa es que la Semarnat desista, pues en la reunión expresó que “quiere establecer un diálogo sobre las medidas que tienen que ejecutar en torno a la muerte de las abejas, más que seguir litigando el caso ante los tribunales”.

Marco Cupul y otros integrantes de Kaabnalo’on también se organizaron después de la muerte masiva que ocurrió en Tizimín en 2024. Presentaron demandas contra la Senasica y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Ante la inacción de las dependencias, emitieron una declaratoria de emergencia en la Península por la crisis que atraviesan las abejas, pero esta solicitud fue rechazada por la Semarnat.

“Nosotros queríamos hacer las paces para que luchemos por el medioambiente y los polinizadores, que también son parte fundamental del sistema y del equilibrio que vivimos todos, pero hasta ahí quedó”, dijo Marco.

Apicultores emitieron una declaratoria de emergencia en la Península por la crisis que atraviesan las abejas. Foto: Marco Cupul.

Ante la inacción de las autoridades, la organización de los pueblos

Todas las personas consultadas para la elaboración de este reportaje coincidieron en que la solución a esta problemática es que las autoridades apliquen de manera efectiva las leyes y regulaciones que ya existen respecto a la deforestación y el uso de plaguicidas.

Y es que en México el cambio de uso de suelo no se puede hacer sin el aval de la Semarnat. Además, de acuerdo con Jorge Fernández, abogado de la asociación civil Utsil Kuxtal y quien llevó el caso del amparo de Hopelchén, la Profepa tiene la facultad de denunciar penalmente a quienes deforestan sin autorización, y no lo ha hecho. “Se queda en las clausuras y multas que pagan muy fácilmente los responsables. Tiene que haber consecuencias más fuertes, planes de restauración de las zonas afectadas y verificación de los procesos del cambio de uso de suelo, que se dan con mucha facilidad en la Península”, insistió.

Otro punto “indispensable e improrrogable” es la actualización de la lista de plaguicidas prohibidos, para incluir tanto el fipronil y los neonicotinoides como el glifosato, que es otro herbicida clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como “probables cancerígenos humanos”.

“No debería haber demasiada discusión sobre la imperiosa necesidad de prohibir esos agrotóxicos. Yo me imagino que el Gobierno está midiendo qué tanto de eso va a implicar una confrontación con las empresas, pero en términos de evidencia científica y de responsabilidad legal no hay mucho margen de discusión”, recalcó Fernández.

Es necesaria la concientización sobre los servicios ecosistémicos de las abejas y las consecuencias de las prácticas nocivas de la agroindustria, que, de acuerdo con Leydy Pech, “no puede coexistir con las abejas”, a menos que adopte métodos más amigables para producir.

Y recalcó:

“A la agroindustria no le importa, solamente fumigan y las abejitas están allá, haciendo una chamba que nadie les paga, siendo sacrificadas en su propio trabajo. Están polinizando y entran los venenos y las matan”.

Actualmente, la Kaabnalo’on está impartiendo talleres sobre la importancia de las abejas y el uso responsable de plaguicidas. También ha desarrollado y pulido el Protocolo de Acción sobre Muerte de Abejas para identificar estos incidentes y qué hacer en esos casos.

Mientras tanto, Ecosur planea ingresar 500 especies de abejas a la Lista Roja, para considerarlas en la categoría de riesgo, aunque la Ley General de Vida Silvestre ya protege a esta fauna.

Leydy indicó que la pérdida de las abejas afectaría la calidad de alimentación de las familias, pues “no es la agroindustria la que sostiene a las familias campesinas”. Las comunidades, añadió, deben ser conscientes de que por ahora la polinización no tiene costo y es posible gracias a las personas que cuidan a las abejas, pero esos procesos están en riesgo.

“Si las abejas desaparecen, vamos a desaparecer. Desaparece parte de nuestra identidad cultural, desaparecemos como comunidades. La situación que están enfrentando las abejas todos la sabemos. Ya no solo nos toca a las personas que cuidamos la abeja, son importantes los cambios estructurales. No solamente con un decreto: hay que hacer operativo el decreto”, indicó.

A las autoridades, Marco las exhortó a escuchar a quienes trabajan la apicultura. “Yo no quiero que me regalen una caja o una colmena. Quiero que hagan leyes, iniciativas que protejan la apicultura. Con eso basta. Si no las protegen, las seguirán matando y nos seguirán lastimando cada año. Y cada año habrá menos abejas”.

Aunque ha visto el desánimo, tristeza y enojo de sus compañeros al perder su trabajo y patrimonio de años, confía en que los esfuerzos no decaerán y se logrará el objetivo.

“Seguimos en la lucha para protegerlas y eso a veces nos impulsa. Mi sentir es compartir esto y también que nosotros como apicultores tengamos esa empatía de sentir todo lo que pasa y tener una lucha más por los polinizadores”, concluyó.

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